miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cenizas



En el día de mi boda me quedé muy afligida.
Tomamos cerveza tibia con empanadas de masa hojaldre.
Tuve hijos con dolores.
Ayer, imprecisamente, a las nueve y media de la noche,
yo sacaba de la bolsa un kilo de arroz.
Ya no lucho más de aquel modo histérico,
entendí que todo es polvo que sobre todo se posa y recubre
y, a su modo, pacifica.
Las naranjas freudianamente me remiten a una rodaja de sueño.
Mi apetito se agudiza, hago estallar las costuras de buena
impaciencia.
¿quiénes somos entre el laxante y el somnífero?
Habrá siempre una marca de polvo sobre las camas,
un vaso mal lavado. ¿Pero qué importa?
¿qué importan las cenizas
si convertidos en su materia ingrata,
hay también ojos que sobre mí se estremecieron de amor?
Este valle es de lágrimas.
Si dijera otra cosa mentiría.
Hoy parece mayo, un día espléndido,
los que vamos a morir iremos a los mercados,
¿qué hay en este exilio que nos mueve?
Digan no a las legumbres llevadas en los brazos
y a esta elegía.
Lo que escribí, lo escribí
porque estaba alegre.

Adélia Prado

viernes, 13 de noviembre de 2009

Porque escribí



A Cristina y Angélica



Ahora que quizás, en un año de calma,

piense: la poesía me sirvió para esto:

no pude ser feliz, ello me fue negado,

pero escribí.



Escribí: fui la víctima

de la mendicidad y el orgullo mezclados

y ajusticié también a unos pocos lectores;

tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto;

una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.



Pero escribí: tuve esta rara certeza,

la ilusión de tener el mundo entre las manos

—¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco

con toda su crueldad innecesaria—

Escribí, mi escritura fue como la maleza

de flores ácimas pero flores en fin,

el pan de cada día de las tierras eriazas:

una caparazón de espinas y raíces



De la vida tomé todas estas palabras

como un niño oropel, guijarros junto al río:

las cosas de una magia, perfectamente inútiles

pero que siempre vuelven a renovar su encanto.



La especie de locura con que vuela un anciano

detrás de las palomas imitándolas

me fue dada en lugar de servir para algo.

Me condené escribiendo a que todos dudarán

de mi existencia real,

(días de mi escritura, solar del extranjero).

Todos los que sirvieron y los que fueron servidos

digo que pasarán porque escribí

y hacerlo significa trabajar con la muerte

codo a codo, robarle unos cuantos secretos.

En su origen el río es una veta de agua

—allí, por un momento, siquiera, en esa altura—

luego, al final, un mar que nadie ve

de los que están braceándose la vida.

Porque escribí fui un odio vergonzante,

pero el mar forma parte de mi escritura misma:

línea de la rompiente en que un verso se espuma

yo puedo reiterar la poesía.



Estuve enfermo, sin lugar a dudas

y no sólo de insomnio,

también de ideas fijas que me hicieron leer

con obscena atención a unos cuantos psicólogos,

pero escribí y el crimen fue menor,

lo pagué verso a verso hasta escribirlo,

porque de la palabra que se ajusta al abismo

surge un poco de oscura inteligencia

y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.



Porque escribí no estuve en casa del verdugo

ni me dejé llevar por el amor a Dios

ni acepté que los hombres fueran dioses

ni me hice desear como escribiente

ni la pobreza me pareció atroz

ni el poder una cosa deseable

ni me lavé ni me ensucié las manos

ni fueron vírgenes mis mejores amigas

ni tuve como amigo a un fariseo

ni a pesar de la cólera

quise desbaratar a mi enemigo.



Pero escribí y me muero por mi cuenta,

porque escribí porque escribí estoy vivo.


Enrique Lihn


lunes, 26 de octubre de 2009

De costado

Te tumbas de costado y mi almohada. Me dejo caer sobre el borde de la cama y te miro que miras mi reflejo y no lo sabes, entornas los ojos, humedezco con la lengua mi dedo anular y la cremallera baja. Te miro en el reflejo y me miras. Escondes la sonrisa en el cubre que dobla tu lienzo bajo su mejilla y suspiras, hago como que no te escucho, hago como que siempre ha sido, hago que me he sacado las botas sola. Te miro de soslayo e insinúo un detalle de dolor al girar la cabeza y preguntarte. Te pregunto no sé qué cosa y me desdibujo de frente otra vez, te regalo la sombra de mi tronco, y te huyo de cara. Retiro el cansancio de una manera no disimulada y acaricio varias formas de cadera. Te miro en el reflejo de la ventana y no sabes que lo hago, y miras y sonríes y me intuyes y me dejas en pausa. Descubro mi espalda y sacudo la cabeza entonando la columna con intencionalidad.

El mentón se tiñe de orgullo y no lo has visto.

sábado, 24 de octubre de 2009

Recuerdos suspendidos

“... A veces viene la tristeza de un lugar o del aire,
de la amistad caída o de un nombre vacío”
Lorena del Hierro

A veces viene,
se cuela por el hueco de la falda,
inundando pecho y pensamiento,
una espada empuñada hacia lo alto
clavándose contra el aire y la luz,
apagando los destellos con sus dentelladas.

A veces viene la tristeza,
de los recuerdos caídos sorbidos en el llanto,
deshojando margaritas,
una flor y otra desterradas suave la tristeza
se instala con su maletín de viaje,
fiel compañera a veces viene sacudiéndose el polvo del camino
o dándole patadas a las piedras.

La tristeza,
a veces viene,
desangrándose en el corcho,
un alfiler no pluma ribeteado en las pupilas,
mira hacia abajo y no puede sonreír.
La tristeza se encoge en el alma
en el urbe de los pensamientos
y se hace grande al afilar su dureza contra el cristal de la añoranza.

A veces viene la tristeza de un lugar o del aire
de la amistad caída o de un nombre vacío.
Se mira y no se mira,
se toca en sus entrañas...
la tristeza viene acompañada de los recuerdos en suspensión flotando en el aire.

Natalia Ruiz de Cenzano

Pesa del recuerdo

En un cajón al fondo de la sala pesan los recuerdos,
baratijas de la entre tienda
de un sótano caído entre las luces,
de un palpitar de musarañas en el ombligo.
Las letras se salen de su araña, de su comedero y se mecen en la mirada,
pupilas bajas de acantilado,
junto al precipicio se detienen las ganas de volar.

En la sala transitan los poemas...
los que se visten de lucero y en la época infiltrada
el sueño aporreando ese nombre maldito,
que escuece que pica que ronronea entre sabores
y un olor se contonea, se aferra al frasco de perfume
y en la almohada lágrimas,
con sabor a rancio a sal aguada.

No sabes cuánto eché de menos los paseos junto al mar,
volcar la góndola en los canales,
fundirme en el mundo submarino
y en el cajón pesan los recuerdos y no los miro
porque tropieza el alma en cada canto,
en cada pétalo de flor marchitada,
en cada pluma de ave puesta a disecar.

Y se entrecruzan los misterios, se hunde el mundo,
que si existes es porque te pienso... rana.



Natalia Ruiz de Cenzano

Tintura de labios

Me perdonas,
el derrumbe de una puerta al marcharme,
al hundirme en los escombros de la mañana
al respirar nubes entrecortadas de silencio,
al despegarme de la bruma con sigilo
como quien aspira a una muerte silenciosa.

Me perdonas
por haber lavado las ausencias,
en un trozo amarillento de pergamino
y haber quebrado la voz,
al haber saltado la ventana
y derribar barreras a mi antojo,
por haber salvado las compuertas
que se entreabren como labios temblorosos me perdonas.

Por haber teñido de escarlata
las noches posteriores a los grafitis
que dibujaste en el cielo
y que pernoctan en un puñado de anagramas en el ombligo.

Me perdonas por clavar el peso en las espaldas,
por llamarme el frío en las entrañas
y no ser broche de telarañas
en el ancla del cuerpo me perdonas.

Por llamarse así,
por hervir el miedo en tu mirada
y calentar la sangre de los llantos,
por clamar al cielo un anatema
por trazar sonrisas me perdonas,
por aliviar la pena en las sandalias,
por teñirme roja en el verano,
por permutar la pena y trastocarme en lluvia
aguacero de otros labios...



Natalia Ruiz de Cenzano

martes, 6 de octubre de 2009

A pesar de hoy me levanto
y calzo de tacones la vida, me arrastro de ombligos,
me desclavo el pellejo y lo pliego haciendo barquitos
que lanzo a la calle.
Aún siendo hoy, la culebra que me sujeta suda veneno,
el tiempo se repele entre relojes y me ametralla estaciones,
sucede que hoy, soy redonda redonda y pincho…
que el rojo me tiembla y hay luz de duda en lo blanco de los ojos.

Hoy es hoy y se abre la mano del mundo
para recoger los pecados de Dios, gorda la mano que maneja el cielo
y derrama semaforos donde yacer.
Hoy tengo las branquias oxidadas de tanto mar,
me duele el pie de caminar a medias,
y duelen muertos los que me clavan pinceles en lo alto del pecho,
entre el perfil maravilla y el culo de mono que late a un lado,
porque hoy el camarero no me entiende y tengo hambre,
y la mano flaca es combate derribo que me llena la vitrina de huellas por limpiar,
que tengo la lengua llena de miedo, el centro a borrones de noche
y la sangre se me espesa de seda,
es que hoy se me engancha la grieta en la cintura
y esputo lirios por las puntas de la estrella anorexica que fui,

Es hoy, que olvide masticar los azules y eructo descredo al vomitar de vida,
hoy, que soy redonda redonda y pincho.

viernes, 2 de octubre de 2009


Pintura: Santiago Rado



Me quiebro mujer,
una mujer corriente en este penúltimo intento,
mujer me tiemblo y del cuento un trazo,
amasijo de curvas y puntas en la escasez,
santa madre de las horas guardadas,
dueña y señora del contorno me estrio,
y un pedazo de mujer en lo mordido de la uña.

Me festejo mujer,
y me quiebro por la hembra en el desquicio del desierto,
por la hiedra piel mujer,
por la costilla de Lucifer que soy me vierto
por lo negro de la vena,
por el ladrillo me cimento raiz en la fachada,
emperatriz adicta a la almohada y sus cortejos,
sacedotisa del altar cotididiano y sus fogones.

Mujer confesa del instante
en la prisa que aprieta soga amuleto y sujeto,
mujer de colmillos hambre del utero interrogante
y sucumbo al verde desafio verde…
mujer me derramo concubina del desastre
mujer amante madre tierra en la esperanza,
y me confieso mujer en ser.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Tiempo al tiempo


"...hibernan las manos
a la hora injusta"

Mabel Valero



Un reloj de cuero nos golpea y suda entre las manos,
amamos, aprendemos y ahuecamos cada almohada que se duerme en nuestro pelo.
Hablamos y entendemos, perdonamos y vivimos para ver la duda de mañana.
Juzgamos, consentimos, llegamos a bañarlo todo en las edades
y el reloj araña el tiempo que perdemos en buscarlo.
Nos restriega con su arena de reloj, vamos en sus manecillas,
su cristal nos guarda el punto de la cita sorda,
andamos con su sombra, la callamos y olvidamos al momento,
estamos en su esfera sin mirar,
en su tiempo, que se acaba cuando a él llegamos esculpidos.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Reloj de espaldas

...








Vuelve la ausencia a entregarse en los embozos
y vuelve a girar el contorno de la mirada en su ciclo de pupila adulterada.
El Tiempo se propaga límites.


Se propaga límites el Tiempo,
se engorda de días, de años
se propaga y los trasforma minúsculos
y segundos,
se fuma humo entre los dedos
y franquea las espaldas,
nos pasa por encima,
nos exilia muro y Berlín
bajo miradas de muralla atenta,
escolta tejedora de probables,
de acasos, de imposibles…

El Tiempo se propaga límites
acortando voluntades,
la agenda nos dispensa de toda culpa
nos acusa y culpa
de un todo que no antecede,
hibernan las manos
a la hora injusta,
se restan feudo de un reloj
que en la espalda nos cruje de huesos,
íncubo y fantasma publicándonos sin margen
al límite de un Tiempo que se propaga.

Mabel Valero

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Tarde de martes by Loredhi

with love


Hoy es martes, parece jueves, la semana está siendo tan larga. Demasiado frío para un mes de septiembre de año impar. Esta tarde amenaza lluvia. Tomo algo caliente en mi taza blanca, y la mesa de la cocina ya no gira.

Tracy Chapman amortigua el zumbar habitual de mis oídos, crónicos enfermos de la sociedad. Me acuerdo de Margaret, de lo mucho que charlamos este verano, de que me debe un mail. Me acuerdo de mis otras muchas locas, cuerdas que cuelgan con los cabos de colores desde mi cielo, que me sujetan cuando hago un amago de caída. Y siempre es broma, no hace falta repetirlo. Me acuerdo de esas sonrisas lúcidas estrellando antirutinas contra los muros, dardos contra el horizonte de lo distinto, desmembrando frases sacadas de un tiesto, palabras que hacen descascarillarse los restos de esqueleto que me queda en momentos ridículos, esos que tú y yo sabemos.

Me acuerdo, y a menudo intenso, de esas brujas de colores que me lanzan cuerdas desde sus guaridas.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Fractales de la muerte




Instantes de luz, aire fresco en el pasillo, aire…fresco.

Espacio y tiempo fundidos en un universo de conclusiones susurradas,
aliento entrecortado que huele a vínculo,
atlas del destello estelar,
constelación del vínculo que huele a muerte en el instante que la luz ilumina.

Ubicuidad lacrimógena,
lágrima ubicua sin sonidos,
eternidad acongojada en el mapa de la blanca pestaña,
pinceladas de Van Gogh en los pómulos, al otro lado,
detrás de la palabra acurrucada,
aguja que atraviesa la piel de un torso y silente caricia de acero y látex,
virutas de agua emancipando el alma.

Dos manos sobre una huesuda mano,
salvoconducto del quédate que no te vayas,
grito entre tres manos sin hueco que te quedes,
sobre una mano grito dos huesuda resistiendo rosario,
cuentas de aire,
inspiración del verbo oxigenado,
huracán que atrapa la parcela de tierra ocupada por el hombre,
expiración,
hidrógeno entre los dedos y gotas de agua atravesando un verso.

Formas de luz invertida,
cueva recoveco
y años de vejez
y curvas llueven mientras se dibuja un esqueleto,
un susurro constante, cascada, fractales de tiempo,
arena del alma desierta,
concubina en el oído,
pasos, posos de café,
geografía de la flaqueza humana,
inercia del mundo enroscada a un cuerpo,
cañas y barro y forma de luz inferida,
llueven curvas y se va dibujando un esqueleto susurro constante,
arte del fractal melancólico,
pasos, posos de café,
consecución de lo propio impregnado de lo ajeno,
ruido visual y cañas y barro,
telaraña de ira,
acueducto de recuerdos fractales,
desnudos pies al aire del silencio ubicuo,
pinceladas de Van Gogh en los pómulos al otro lado,
constelación del vínculo que huele a muerte
en el instante que la luz ilumina.

Carmen Megias

martes, 1 de septiembre de 2009

Catarsis

La luna sigue viva sobre el mástil,
la luna late,
es única luz de un pecho
y hay lágrimas en estado de hibernación.
Queda todo tan destruido y tan lejos,
queda todo tan extraño
como extirpar el órgano vital más grande
y dejarlo desangrar
sobre el alféizar de la casa de campo.

Es cíclico,
la luna está viva
la luna sobre el cielo,
la luna crece decrece se muere
y rabiosa nace otra vez para ocupar su lugar en lo último.
No es más extraño ni más sencillo ni más doloroso,
es extirpar el órgano y dejarlo desangrar
sobre el alféizar de la casa,
paraíso con goteras en instantes concretos de techo.

domingo, 23 de agosto de 2009

Gaviota infusa

Con cariño para todas las tertulianas, mis gaviotas....

Gaviota infusa

Han venido gaviotas tus palabras,
a buscar el pez que escondo en mi garganta
y han venido, sin aviso, a asomarse
en mi ventana
cuando el mundo ha anochecido
cuando duermen ya sus alas.
Han venido desplegando voz y vuelo,
al acecho de ese verbo de ese pez
y han venido sin aviso, a mostrarse
sobre el blanco del papel, a asomarse
han venido cuando dormían agallas,
quebrando branquias
y aguaceros de silencios
y han venido sin aviso
y oportunas,
han venido de visita…
bienvenidas…
tus gaviotas.

sábado, 15 de agosto de 2009

Vínculos: la voz y la muerte

Canto de muñeca perenne, a través de un aparato inmundo escucho el canto y lloro en silencio, una mosca ronda el té a medio beber, mosca lenta que me ronda aunque la espante, trata de descender por la taza, huele a rooibos y a miel, escucho la voz de la muñeca, el canto se introduce en el pecho de mi cuerpo, un cuerpo extraño que me transporta sin sentido del ritmo, vuelve la mosca y parada yo en el cuerpo estiro la mano para espantarla dejándome llevar al lugar donde la muñeca sobrevive, y el cuerpo se cansa y decrece a una tarde de amaneceres muertos, a una vida que la transporta, que decrece y que sólo a veces recobra algo de ritmo en estos tiempos.

Va pesando más profundo el esqueleto, el esqueleto de la vida ronda el té de rooibos y la dulzura se calza el cuerpo en su decrecimiento, le salen alas, le ronda pesando profundo un alubión de recuerdos adheridos al esqueleto pesado que perdura.

Leo un libro negro dibujado en mariposa, en cuerpos decrecientes, tiempo crece inexpugnable en el atardecer de una muñeca congelada, estremecida ante un canto, un ritmo en sus silencios, un corazón arrasado y recompuesto que tiene cosas que decir sobre la muerte, el día que moristeis y el día que moriremos se atraganta, no permite escribir ni leer fácilmente, el tiempo parapléjico amamanta las ganas de respirar invertidas en el esternón de la palabra, del libro negro, de la fase aplacada del ciclo último, bebo de la dulzura ojos de té del cuerpo que me creo pequeña y fuerte, bebo sin poder respirar, de dos redondísimos ojos.

Carmen

miércoles, 12 de agosto de 2009

EL DIA QUE MORIMOS

El día que morimos llovía atardeceres tras los párpados del mundo,
caían solidos colores y crepúsculos del centro la víspera,
aquel día, negociaba el olor nuestra espalda resbalando gotas venganza y sangre
venganza y sangre
sangre...
El día que morimos un gallo cantaba el ocaso del verbo,
al otro lado el mundo se dejaba hacer en su esquina
sucia de futuros, en su piel de oligarquía en funciones,
en la orgía de banderas y antifaces...
y mas uva tras la puerta.

Los atardeceres caían mirando de frente al sol el día que morimos
y mordían pupilas en el borde de sus labios,
aquel día, pinchaba la piel sobre la carne carente de agallas,
espesor de perfumes ajenos a una aire que no cedía al día que morimos,
y se arrastraron las vírgenes
las que dieron vida al enjuto tiempo que no cabe en un traje a medida,
cosido a color tormentas...
aquel día, que dolimos a nadie y derrochamos desastres
entre muslos, rezamos a un Dios que lucia bufón,
que hacia sonar cascabeles y muerte al son de sólidas sus lágrimas,
caudillo de la nada llorando infancias muertas...

El día que morimos un sol trasvestido despojaba el negro del cielo
y no brillaba de centripeto el sol, mentira en blanco y negro,
intimidad macerada en alcohol y madera, astillas las caricias de garganta,
porque aquel día, olvidaste cerrar la puerta y sonaron maullidos
en la cara interna de los huecos, trilogía del sueño de un Zeus borracho
cantando la vuelta a casa desde Itaca, rezumando renuncias.
La rabia violaba el día que morimos al puro amor que miraba
el techo de su suerte, desolación, penetración consentida consentida es;
De lluvia vestían los dedos el día que morimos, los dedos marcando el camino
a los perros, a los harapos de las tardes consumidas
tapamos de pretéritos,
y espantamos las polillas que tú alimentabas
como mariposas susurrabas, mutiladas de futuro, sangrando de poesía.

Fue la tarde muerte y bajo la mesa el limite musitaba soledad,
el corazón huele fuerte en la hora del olvido,
corazón gangrena y pura pena en la vi cera...
y no morimos,
quedaron abiertos nuestros los ojos respirando ecos,
lamiendo vanidades quedamos
estirando el tiempo apurando vasos disponibles quedamos,
oyendo crujir de almas...
quedando vivos la tarde que morimos.


domingo, 2 de agosto de 2009

Desde mi centro converso ahora intensamente hacia dentro,
atravesándome lentamente,
extraviada en ideas rotas y rehechas y palabras desechas y rotas,
relinchando extraña,
extrañamente entendiendo y retorciéndome hacia dentro.

Converso ideas rotas del espíritu,
trato de olvidar el cuerpo creciendo y decreciendo,
jazmín del cuento de extranjera relinchando
con las palabras desechas y rotas,
llenas de lágrima oscura llena rota la palabra de otro verano feo
de un cuerpo decreciendo, en el abismo de una extraña.

Con cabo de niña, cóncavo de espejo estropeado,
cuerpo con cuerpo confundido en un espacio acuático,
reflejo de lágrima oscura,
conversación atolondrada de la muerte haciéndose hueco en la vida,
un árbol asiéndose a un cuerpo con cuerpo,
hueso del tiento y medida oscuridad desde lo complejo,
desde mi centro asido a la luz y su cuerpo...
converso con la vida.

Carmen Megias

viernes, 24 de julio de 2009

Mar de Luna

Háblame de noches tatuadas en las estrellas,
de una luna que refulge en su urna de cristal,
de un amanecer tardío de tus lentos pasos
sobre el pasillo flaco de unas flores secas que se dilatan,
de un jardín creciente en el cuarto de luna.
Háblame de las noches y sus pociones milagrosas,
cómo desciende el aura por el vaivén en la ventana,
y sobre el alféizar un caballo blanco desplegando sus alas contra el viento.

Háblame del mar y sus tormentas,
de la barca arrastrada hacia el acantilado,
de sus bordes de precipicio
y de su jardín colgante háblame
y pinta las paredes de la casa donde colgar los cuellos y abanicos,
donde dibujar esfinges envueltas en collares de plata.

Háblame de la luna y sus anhelos,
de su reflejo en el mar esquivando torpemente su mirada
y sus pupilas de azul,
enhebrando una a una las orillas
y las olas de terciopelo empujando suave a la luna,
renaciéndola en un océano de caricias,
en un mar que se viste de perlas y conchas
y una luna que lo embiste y que irradia por sus pupilas un charco de agua dulce
donde estampar sus besos cada noche,
para tapiar la fragilidad de su vestido.


Natalia

jueves, 16 de julio de 2009

Palabras de agua

“... de agua escrita con dolor de verso”
Anónimo

Palabras que se aclaran en el espejo del río,
en la fonda de un caudal de cuarto menguante,
explorando el hundimiento de las palabras sumergidas,
tropezando en el bancal, arena que se moja, letras que se disuelven.
Palabras de agua escrita con dolor de verso,
manos humedecidas buscadoras de algas
buscando el fondo mismo sin atisbo de la superficie,
manos buzos
y ese dolor tintado de agua,
burbujas que explotan en la pantalla de cristal
desbordando los mares,
pantanos de miradas descubiertas,
palabras que relucen al otro lado del río.

Río de palabras que duermen en el remanso
bajo la metamorfosis de peces
en un abanico de colores para acallar la voz
y sumergirla de nuevo.


Natalia

miércoles, 15 de julio de 2009

La noche del miedo

“Que la vida es difícil, que la muerte da miedo cosido a los pasos de un acomplejado ciempiés, a la víscera del llanto y a las paredes de un corazón que late incluso en verano.” Carmen Megías






Orina la noche sus miedos,
su niebla
aletargando los pasos,
opacando las retinas y el silencio
que en las esquinas se esconde.
Es el fin del día
guerra sobre el asfalto sin paz ,
es la víspera del llanto
y la metralla censurando los sueños.
La sospecha se acomoda en el pecho
y duele el vientre que antecede,
la sangre que no duerme
y la carcoma que habita en las costillas.
Entre los labios inciso se mastica el nervio.
Es difícil vernos tinta en el espejo
cuando el sueño ya no alcanza a reparar las grietas.
Es difícil la vida cuando la oscuridad adiestra sus miedos.


Mabel Valero

martes, 14 de julio de 2009

Si vas a venir...

“... ¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada”
Carilda Oliver

¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada y los preámbulos,
esconderme entre tus brazos
y replegarme en la alfombra de tu cuerpo.
¿Cuándo vas a venir?,
a morderme,
a escupir de fábulas nuestra almohada,
a escabullirnos del silencio en la alcoba.

¿Cuando vas a venir? a llamarme hembra,
mujer maldita,
a restregarme las mentiras que te dijeron
y molerás el cuerpo bajo la sombra
en la inercia del sol, confabulado,
romperás el espejo siete veces
y seré portadora de tu mala suerte.

¿Cuándo vas a venir?,
a rasgarme las vestiduras y a maniatarme,
a que deje de ser luz y sólo fuego,
una llama que arde sin cesar en las pupilas,
una llama quebrada de furia,
rabia,
ira,
dolor y más dolor socavando el llanto?

¿Vas a venir, cuándo?
A molerme las costillas,
a ser piedra de lujuria,
una roca a la que agarrarse firme y penetrar
respirar el humo viciado de besos
que se forman en el círculo, el de las redenciones, el altar de sacrificio.

¿Cuándo vas a venir? a envenenarme,
a morder a dentelladas,
a escupir de salivazos una imagen que cabalga sola frente al espejo.
Me morderé la lengua de repente,
para no nombrarte en nuestra cuna,
para no abrazarte y dejar sin huesos la columna vertebral de las ausencias.

¿Vas a venir, cuándo? a estampar esta locura en la caja de corazones invertebrados.


Natalia

lunes, 13 de julio de 2009

Desayuno de besos

“... Si me dejas acercarme te acariciaré los recuerdos
y vestiré transparentes los últimos años”
Carmen Megías

Si me dejas vestir al trasluz de la sonrisa
un amalgama de sueños concentrados,
una nube que nunca nunca se evapore
una palabra en la lengua que estalle en carcasas de colores.
Si me dejas acercarme seré la estrella que repose en el mutismo,
que dibuje con sus puntas un camino de besos en el aire.

Si me dejas acercarme te acariciaré los recuerdos
y vestiré transparentes los últimos años,
transmutaré tus penas por balanzas,
acristalaré el mundo con sus ruidos en un intento de hacer de ti
un sarpullido de alegrías,
un vaivén estelar que acaricie tu tornada,
seré la luz que alumbre el negro de tu mirada
y una cuesta que nos acecha que nos invita a subir
y a descender colgados de las manos.

Si me dejas acercarme seré el último de los recuerdos,
una noche de tumbonas en algún hotel,
una cascada de volutas imprecisas
y un desayuno de besos y un pastel a la medianoche,
una burbuja de champán que se precipite hacia los abismos agarrándote,
un pellizco en el entre muslo, un aliento, el penúltimo,
para arrancarte de los escombros de los recuerdos
que miras hacia atrás y no dejas que penetre.

Si me dejas acercarme,
me vestiré con tu luz y seré la morada de los besos
donde colgar nuestros huesos en un alud de caricias semidormidas.


Natalia Ruiz de Cenzano

Coartada para una cresta


“y es una putadona cuando no ha cenado niente, “
Guillermo Roqués


Aquí viene, el bardo ciprés,
con madera de revés y fálico follaje
a la madera de mi cedro, ciprés-tuya,
hulla, que me queman las pechugas
y la semilla se deshoja,
coja,
enroque y toque,
anda, que no te pillo mal bicho,
que te atrofian las posturas y la minga del poder,
¡joder!
que mal rollo p’al manubrio de la mano de uno solo,
masculino,
femenino,
erotismo sin concierto de su tiempo
y terremoto sin remonte de otra costa.
Porqué señores…
la cosa me acosa sin la cosa en el fondo de mi coso,
palabrita,
que se queda flácida sin tiente,
niente,
qué te veo, qué te dices, qué vacilas,
¿serán manías
festejar los polvos sin espita polvorines?.
¡Qué palabro¡
cuando dices putadona y mientes sin nutriente
en la barra de los bares, barbicano en la cama
que te pesan ya las canas y el cepillo no cepilla,
pilla, pilla,
que me marcho de puntillas a buscar una quisquilla
pa’ mi dorso camarón,
so melón.
No te ofendas.
Pero tranqui, tronco, tranqui,
que mi boca se recalla del amianto sin jergón
y tan amigos... ¡campeón!


Paloma

Ebrios cadáveres de poetas

I

Risas de luz entre macetas alcohólicas de la noche,
no es lo que tengo
es lo que soy,
y la noche me trae los recuerdos acuclillados en la espiral del ombligo,
y la risa se cuela ranura en la despensa,
y un par de potros trotan al muro armando ciscos de costado,
trabuco de corteza
que traduce palabras a través de cristales trovados.
Dobla la maceta sus ojeras de borracha.


II

La vista se relaja en el olvido, en las mandíbulas trabucadas,
en el eco de la noche cortejando el aquelarre.
Un beso de María
se regaló para siempre,
y en su vaivén de flujos el despertar del hambre,
el grito evocándose de ganas;
en el cúmulo de las horas se atascarán las risas
y doblarán las horas
manipulando el sacro sepulcro con tapas de metal y caucho.

Soy lo que soy con viceroy.

La cruz y el campo descartan la mañana.


III

Labrando el ladrillo, ladrando, columpiando carcajadas
y rezando alcohol por las arterias, ventriculando el aire,
se escurren los cántaros de la escritura.
Una riada de duodenos esparciéndose en la sartén,
un río de milongas en el compás,
una tarde sedienta
testigo cuadrando la mesa sin esperas en el trabuco de una noche,
¡pandeluz de cerveza¡
vamos a mojar las ganas y a comernos los trucos con canicas.
Colillas de humo marchitas
se encharcarán las ideas de las latas.

Si me dejas



Si me dejas acercarme te acariciaré los recuerdos
y vestiré transparentes los últimos años,
olvidaré la angustia de ver la maleta en la puerta
y tu vida de cero a goma de borrar,
te leeré un cuento de camino a trozos
empezando por ninguno,
y escucharé tu respiración mientras paso de página.

Te haré un traje de cosquillas si me dejas,
desabrocharé el corsé que te envuelve
y la tormenta será música para tu alma pobre,
y nunca volverás a hacer daño queriendo, aliento,
podrás desglosar tu persona en viento del sur
y volar,
será el mayor de los intentos inconsciente,
de la pérdida de control sobre la rotación de la tierra,
y nunca tendrás que comprar, más nada ni nadie.

Si me dejas creer creeré que estás conmigo,
que valió la pena en algún modo conciso la estirpe,
y crepuscular no dejaré de mirar las estrellas
en el escalón de la entrada, cuando vuelvas,
que iremos al cine, a ver la próxima de Almodóvar.

Si me dejas renegaré del jazz demasiado alto en la buhardilla,
de tus más de 365 manías enroscadas,
a la musculatura de tus piernas y las plumas que, deslumbraron los redondos de una infante,
si me dejas escribir sin leer lo que escribo,
sabiendo que me partirás una vez más
y podré hacer cuenta nueva con lo bueno, y cuenta nueva si me dejas,
podré respirar más hondo y templado,
acompañarte en este ciclo que se cierra
sin mirar las manecillas del reloj.


Carmen Megias

sábado, 11 de julio de 2009

Arte Poética - Roque Dalton, 1962

Autocaricatura



A Raúl Cardoso


La angustia existe.

El hombre usa sus antiguos desastres como un espejo.

Una hora apenas después del crepúsculo
ese hombre recoge los hirientes residuos de su día
aconjogadamente los pone cerca del corazón
y se hunde con un sudor de tísico aún no resignado
en sus profundas habitaciones solitarias.

Ahí tal hombre fuma gravemente
inventaría las desastrosas telarañas del techo
abomina de la frescura de la flor
se exilia de su misma piel axfisiante
mira sus torvos pies
cree que la cama es un sepulcro diario
no tiene un cobre en el bolsillo
tiene hambre
solloza.

Pero los hombres los demás hombres
abren su pecho alegremente al sol
o a los asesinatos callejeros
elevan el rostro del pan desde los hornos
como una generosa bandera contra el hambre
se ríen hasta que duele el aire con los niños
llenan de pasos mínimos el vientre de las desaventuradas
parten las piedras como frutas obstinadas en su solemnidad
cantan desnudos en el cordial vaso del agua
bromean con el mar lo toman jovialmente de los cuernos
construyen en los páramos melodiosos hogares de la luz
se embriagan como Dios anchamente
establecen sus puños contra la desesperanza
sus fuegos vengadores contra el crimen
su amor de interminables raíces
contra la atroz guadaña del odio.

La angustia existe sí.

Como la desesperanza
el crimen
o el odio,

¿Para quién deberá ser la voz del poeta?

viernes, 10 de julio de 2009

EL ÚLTIMO CENACHERO

Esteban es el último cenachero de la Costa del Sol. Toda su vida la ha pasado en Nerja, conoce las playas, las calas y las cuevas palmo a palmo. Descifra cada roca milimétricamente y puede advertir el desgaste que ha provocado en ellas el paso del tiempo. Distingue las mareas, las tempestades, el mar en calma, las tormentas cargadas de agua o de arena. Sólo tiene que mirar al cielo cada amanecer para saber si ese día los vientos del terral devastarán la costa malagueña.Desde niño sale diariamente a pescar. Primero con su abuelo y su padre, después con su padre y ahora ya hace años que sale solo. Antes del amancer, Esteban sale con su barca, Manuela, se aleja de la playa, se adentra en alta mar y lanza su red. A primera hora de la mañana vuelve a la orilla, limpia el pescado y lo deposita cuidadosamente en sus cenachos. Coloca en su espalda una larga vara de madera, cuelga sus brazos en ella y en los extremos carga con cuerdas sus cenachos con el pescado recién sacado del mar. Pasea por los mercados hasta vender toda su mercancia. Camina por las calles de los pueblos marineros. Pueblos blancos donde el sol, arrogante y soberbio, descarga toda su fortaleza, dibujando formas y colores, tomando como lienzo las paredes de las casas. Salvo Esteban, ya no queda ningún cenachero. Ya no hay sitio para la artesanía pesquera en los tiempos modernos Así, Esteban despierta nostálgias en los antiguos pescadores de Nerja. Marineros retirados que pasan las tardes paseando en las costas, o sentados en las puertas de sus casas con sillas de enea, anhelando el mar como el mayor de sus amores.

Cuando era joven, tomaba sus cenachos y diariamente se desplazaba a Málaga en los meses de verano para vender sardinas y boquerones por las calles de la ciudad. Un autobús lo trasladaba a primera hora de la mañana y lo devolvía pasadas las cuatro de la tarde, cuando el calor más apretaba y la asfixia era una circunstancia objetiva en los pulmones de Esteban. Sólo había un autocar diario que recorría la costa de Este a Oeste. Siempre se sentaba en el lado izquierdo de camino a Málaga y en el lado derecho al volver a casa. Así podía contemplar la vasta inmensidad del mar. El cielo era azul, radiante y renovado en las mañanas de verano. El mar era el insaciable espejo que describía fielmente el estado de ánimo de los cielos de la costa. Cuando se armaba tormenta el mar entristecía y se tornaba verdoso. Cuando el día era luminoso y vivo, en el mar emergía un tono azul intenso y enérgico. El autocar paraba en la playa de la Malagueta. Esteban cargaba sus cenachos y comenzaba a caminar por la playa hasta llegar a la farola. Desde allí avanzaba por el Paseo del Parque y se detenía gran parte de la mañana en la Plaza de la Marina. Era una zona de paso para muchos transeúntes y allí podía vender gran parte de su mercancía. Finalmente de adentraba en el labertinto de callejas que bordeaban la catedral. Siempre hacía el mismo recorrido: Calle Larios, Plaza de la Constitución, Calle Granada, Plaza Uncibay y finalmente Plaza del Obispo, para regresar al punto de partida. En aquellas callejuelas se acercaba a todas las tabernas y restaurantes que encontraba a su paso para ofrecer su mercancía. También se arrimaba a los mercados ambulantes que se instalaban a los pies de la Alcazaba tratando de hacer negocio con los turistas que visitaban la ciudad. Cuando Esteban terminaba su jornada a penas sentía los brazos a causa del dolor que le generaba el hecho de cargar tantas horas los cenachos, mantener el equilibrio y manejar la vara para que los cenachos nunca llegasen a volcar, resistir el viento o pasar por medio de multitudes de gentes. El equilibrio era una habilidad que había adquirido desde niño. Al final del día ya no sentía el dolor en sus brazos, pero perdía la fuerza. Sus dedos no podían cerrarse, sus brazos pesaban tanto que no era capaz de aguantar el peso de ningún pescado más y ya no podía apresar entre sus manos ni una sola sardina. Se ataba las cuerdas al cuerpo para sostener los cenachos y poder regresar a casa.
Una mañana de agosto, Esteban se abría paso entre la muchedumbre del mercadillo ambulante y así encontró a Manuela. Era una joven cordobesa que estaba al frente de un puesto de frutas y verduras frescas. Manuela era de piel morena, pelo negro y ojos negros. Tonos oscuros aliñados con una sorisa blanca y contagiosa. Esteban no pudo evitarlo y se detuvo a obserbarla. Nunca había visto tanta belleza comprimida en una sola mujer. Se acercó a ella, envolvió unas sardinas en un papel y se las entregó. Manuela, a cambio, le entregó una porción de una sandía que guardaba a la sombra para mantenerla fresca. En aquel verano Esteban se acercaba diariamente al puesto de Manuela, le regalaba el mejor pescado que guardaba en su cenacho y una biznaga. Asi se quedaba conversando con ella hasta regresar para coger el autobús de vuelta. Esteban se enamoró, pero nunca fue capaz de mostrar sus emociones. Tuvo miedo a una respuesta negativa y prefirió mantener el privilegio de poder estar junto a ella un rato cada día. Llegó septiembre y los comerciantes del mercadillo ambulante tomaron rumbo a otras ciudades del Sur persiguiendo fortunas que nunca llegarían. A lo sumo sus puestecillos les permitírían en los meses de mejor suerte, alejarse del umbral de la pobreza durante cortas temporadas. Esteban pasó el año entero ensayando una declaración que sus labios nunca llegarían a pronunciar. El verano siguiente Manuela ya no volvió. Ni el siguiente, ni el siguiente. Pasaron los años, uno tras otro, pero Manuela nunca regresó a las laderas de la Alcazaba. Esteban nunca más volvió a saber de ella, pero jamás dejó de pensarla. Invierno tras invierno el cenachero albergó la esperanza de encontrar a Manuela en una mañana de verano.Construyó una barca en uno de aquellos inviernos. La primera barca que armaba con sus propias manos. Buscó las mejores tablas y maderas, las lijó y las montó minuciosamente pieza por pieza. La pintó de blaco, azul y rojo y la llamó Manuela. Durante largos años salió a navegar con Manuela. En ocasiones, se adentraba en alta mar para regocijarse en sus propios pensamientos, lejos de la costa, mecido por el mar, donde nadie pudiera molestarle y ni escucharle gritar el nombre de Manuela hasta desgarrarse la garganta.

Hoy Esteban ha salido a pescar a las cinco de la madrugada. Cada vez se siente más fatigado, los años pasan, su piel está envejecida por la constante exposición al sol. Su alma se ha apagado ya. Es consciente de que no le queda mucho tiempo para retirase del mar. Sabe que dentro de poco, Manuela quedará dormida en la arena y que sólo desde esa perspectiva él podrá contenplar el Mediterráneo. Las noticias dicen que está siendo el invierno más crudo en la Costa del Sol desde hace más de sesenta años. Se recogen mínimos históricos e insólitos en las templadas aguas malagueñas. Esteban se adentra en el mar, poco a poco se aleja de la orilla. Nota en su piel un aire frio que se va calando en sus huesos, un aire humedo que anuncia tormenta. Antes del amanecer comienza a llover con furia. Esteban nunca tuvo miedo a las tempestades. Poco a poco va aumentando el oleaje, el cenachero rema a contra corriente. Siempre pensó que encontraría a Manuela detrás del azul. La tormenta se acentúa, las gotas cobran el grosor de las aceitunas y comienzan a golpear a Manuela. Esteban se tambalea, despierta de su ensueño y toma conciencia del temporal. Tardará más en amanecer, el cielo está completamente negro. Comienza a remar con fuerza y trata de dirgir la proa hacia la orilla. Lucha contra el viento y la lluvia, agarra con fuerza los remos, mientras el agua va mojando sus pies. El oleaje arrastra a Esteban hasta las rocas de Calahonda y la madera avejentada no soporta el impacto. Un día después todavía se pueden ver los restos de Manuela flotando apaciguadamente en las calas de Nerja mientras el pueblo entero despide al último cenachero.

Meses más tarde, una mujer de piel morena, pelo negro, ojos negros y sonrisa blanca y contagiosa se deja ver en las callejas del pueblo. Viste de negro riguroso y en el anular izquierdo sobre el nudillo presenta una porción de piel que no ha sido bronceada todavía por el sol. Se acerca a los ancianos del pueblo y pregunta por el último cenachero...

Reyes Gómez Pérez

jueves, 9 de julio de 2009

Duermevela

“... y picotearía al intruso, al que sube arriba”
Paloma Ángel


Un intruso acecha en la duermevela,
en la espera del envite del corazón
para arrancarme los latidos,
uno a uno,
desgranando cada nota que sale del pecho,
salpicando los recuerdos
y el intruso no se marcha.

Tizna de apoplejía las sandalias barro del pasado,
quiste en la hibernación del sueño
y cuando entre,
lo invito a la sala donde se mecen los flashbacks del alma,
donde se retuercen los colgajos comprimidos,
los del mechón en la frente.

Le invito a subir,
a retorcer su mirada desde las alturas,
desde la vejación del sueño
por no postrar el alma ante sus ojos,
desatados desinhibidos,
y se mecen los recuerdos en la cuna de los párpados.

Le invito a entrar,
a desatarme de esta locura que muerde las espaldas,
a escupir sus dientes en la mellada cuna,
pero si entra...
picotearía uno a uno sus recuerdos
y que me deje salir de este encierro,
de esta prisión que me atenaza...

Le invito a subir,
picoteando cada peldaño de la escalera,
cada una de las costillas que se abrigan bajo la piel.

Le invito a subir,
el intruso mira,
logra irse...


Natalia Ruiz de Cenzano

Casa de sueños

Quedan atrás los sueños empapados de futuro,
de promesas que arrancaron las raíces
quedan atrás,
los soplos de la ira,
la desasosegada calma enervando cada erizo de punta,
congelando una pena entre los labios.
Atrás quedan los cimientos, de la casa y de sus ruinas,
un resurgir de cenizas
que elevará los sueños hasta el pupitre
a enhebrar letra con letra su desgastada sonrisa,
a calcificar la pluma,
a desabrocharse del rostro las aburridas ojeras
que por no conciliar el sueño empuñan un llanto afilado.
Quedan atrás los sueños y los días,
el hundimiento de raíces,
el amargor en las pestañas.

Pero ahí detrás...
resurge la casa,
piedra a piedra por moldear y se levanta
echando raíces por todos sus lados,
aguantándose sobre cadenas invisibles,
sobre letras
y espacios que aún quedan por habitar.


Natalia Ruiz de Cenzano

miércoles, 8 de julio de 2009

Árbol negro

Photo by Christian Coigny

"... que cuando todo te hierve

una estela de hielo se esconde entre los labios". María Peiró


Me perdonas

que cuando todo me hierve

una estela de hielo se me esconda entre los labios,

que amordace las palabras con escarcha me perdonas

que esté seca de gemidos,

que no aúlle ni siquiera por las noches cuando aúllan las estrellas,

que entre terca en esos sueños que golpean a mi almohada

y adormezca las ideas en pantanos desbordando los colchones.

Me perdonas, que no me vuelva mientras camino tan derecha que doy miedo,

tan derecha que ese temblor de hoja que es muy mío no se note.

Me perdonas que no me abastezca de caricias,

que salude a aquella anciana, servicial, que le ayude a cruzar

y que no vea que las migas van cayendo del bolsillo.

Me perdonas por lo altiva y militar

por lo insolente de mi lengua afilando pupilas a las seis de la mañana,

me perdonas,

que no parpadee,

que no respire,

que mientras la nostalgia rebate voluntades

crezca un árbol negro dentro de mí.


Hechizando palabras













“para que no se olviden de nosotras”
María Peiró

Para que no se olviden de nosotras,
de la lucha en que empañamos nuestros ojos
hay noches de luna llena,
lunas llenas de noche para que no se olviden,
del cubil donde escondemos los secretos
y esas tarteras donde se guisan los misterios,
para que no se olviden,
a veces vuelan las escobas y el polvo vuela
y nos crecen las verrugas perfilándonos la boca,
para que no se olviden
se tuerce el gesto y el gato negro,
esta manía de sabernos ángel, brujas,
un aquelarre de último viernes
para que no se olviden,
de nosotras….

Mabel Valero 7 de julio 2009



Disfrutar de la reunión de Julio chicas, os echo de menos


El viaje


Queda en paz, que ya me marcho.

Haré sitio en la maleta para el olvido,
para esta guerra sin tregua tendida en nada
que simuló un adiós sin despedida.
Queda en paz.

Limpiaré del fondo las telarañas,
de los dedos el polvo que hizo su nido
y me vestiré con el amarillo de los años,
queda tranquilo
que ya me marcho.
Conservaré tan sólo aquellos sueños que moldeamos juntos,
para seguir luchando
para seguir viviendo,
y pasearé de lágrima entre tus versos
bañando cada silencio en sal,
cada latido,
y será mi julio un mar de letras,
un mar lejano, un mar confuso,
pero queda en paz… que ya me marcho.



Mabel Valero 8 de julio 2009

lunes, 6 de julio de 2009

animales



Animal busca, al fondo del bolsillo, las llaves en el bolso, una moneda, unos ojos de calorcito que no se pegue.

Busca animal energía, inteligencia, trabajo, y otra lengua menos densa de mañana.

Mira animal, observa mientras extiende las manos ciegas, sueña tener lo que tiene, mirar lo que mira, tocar lo que toca, animal sueña tonto busca.

Animales atados a un cordón umbilical, al nudo del instinto, a la sensibilidad de las vértebras, tropezado animal consigo mismo.

Que la vida es difícil, que la muerte da miedo cosido a los pasos de un acomplejado ciempiés, a la víscera del llanto y a las paredes de un corazón que late incluso en verano.

Animal suspira fuerte si le tocan, acaricia una mano ciega a un pie sordo, silencia la verborrea y suspira, enciende el cordón umbilical y el calorcito sube por la traquea hasta hinchar el pecho, dejar caer la cabeza y anudar el instinto a otro animal, vertebrado.


Carmen

Matryoshka


Inmóvil como una matrioska de madera sola comienza el descenso bajo la piel. Es la madre primera. La huérfana.

Bajo el oscuro rincón se abre la primera capa, una sonrisa forzada se pinta agridulce y recibe la sacudida de olvido. Es la madre segunda. La desarraigada.

Se abre lateral la enorme barriga y asoma un corazón sangrando coágulos con forma de navaja de media luna. Es la madre tercera. La visceral.

La sal empapa la cicatriz, y un torrente de diminutas lágrimas heladas calcifica otra figura. Es la madre cuarta. La melancólica.

Una pequeña y maciza asoma sacando la lengua. Es la madre última. La puta.


domingo, 5 de julio de 2009

Jerónimo Freyman




Id tranquilas, yo me quedo.
Pasaré por aquí cada sol de julio,
regaré los folios,
limpiaré de polvo los escritos,
me quedaré un ratito
cantándole a las luces y las sillas,
repasando vuestras voces...
Abriré puertas y ventanas ventilando las palabras,
pondré orden en los adjetivos, siempre díscolos y peleones.
Subiré cada peldaño de los viernes
para que no se olviden de nosotras.

Id tranquilas,
yo me quedo a vigilar la casa y sus silencios.

miércoles, 10 de junio de 2009

Declaración Narcisista



Como a mis veinte años,
otra vez
a los cuarenta y tantos,
el sentimiento de poder.

Desde mis entrañas
floraciones de colores intensos
se alzan y reverdecen.

Veo el mundo
desde una cima donde el aire es liviano
y donde bacantes
entonan cantos
a los placeres exquisitos de la carne.

Diosas magníficas y sabias
me muestran el erotismo
que existe más allá de la piel,
en la plenitud de la vida.
Con el pasado a mis pies,
león manso y domesticado.
Con el futuro abierto,
al otro lado,
desafío vientos y tempestades.

Hay suficiente temple en mis largos dedos
para tomar las bridas de rebeldes corceles
o irme flotando con los unicornios,
a recorrer las noches de luna.

Soy magnífica,
Templo enhiesto de mis elementos
altar de aire, de fuego,
mujer de agua y de tierra.
Gioconda Belli


Este poema es un regalo que me han hecho por mi cincuenta cumpleaños y he querido compartirlo con todas vosotras, mis magníficas mujeres.

lunes, 8 de junio de 2009

Avispero. De Enriqueta Ochoa

para Fernando Medina

Cualquier cosa es mejor
a este avispero en llamas que me aguija,
porque aquí, donde estoy, me duele todo:
la tierra, el aire, el tiempo,
y este volcanizado sueño a ciegas, sucumbiendo.

Anoche sollozaba por un vaso de luz,
hora tras hora ardí de sed
y amanecí vacía.

Otra noche fue el sobresalto dulce, el de la sangre;
enardecida fui de la jaula al látigo,
del látigo al silbido
agresivo y caliente de las venas,
amanecí amargada.

Otra vez,
me adentré un amor como montaña;
gacela estremecida vagué temblando húmeda de lágrimas.

Mansamente en silencio,
ahíta de ternura,
bebí luz de cristal entre los sueños,
se me quebró en la entraña, me cortaba,
y me quedé en tinieblas...

Cuántas cosas he dicho,
palabras que se arrancan por no llorar de rabia.
Ya no puedo dormir sobre la misma almohada
aunque los ojos sueñen;
me repudio al decirlo,
pero cualquier cosa es mejor
a este avispero en llamas en que vivo.


1955


En carne viva

La carne duele en el lado izquierdo de lo humano,
en el lóbulo que dispara el pulso al disfraz,
la carne grita los extremos de su alcohólico abanico
y es péndulo vacilante en la frente de un ciego,
la carne escuece cuando se abre de par en par.

La carne escupe las iras por la nalga,
por las pupilas dilatadas bebe sal,
se estremece en la garganta y parte la traquea para absorber oxígeno.

La carne palpita día sí día no sangre tupida,
como una alfombra,
como una lengua de vaca inmensa llena de carne.

miércoles, 3 de junio de 2009

Entre los dientes y en la brecha

“poesía brava de morder”
María Peiró



Poesía brava en la rabieta, en la herida
absurda y brecha donde duelen los costados,
donde sangran trompas las narices.
Poesía en cada vuelta poesía,
en cada cuerda que se tensa,
que amplifica el golpe despoblando de polvo los rincones,
golpeando masa y puño dentro
y fuera poesía.

Poesía en las encías paladar, entre los dientes
rumiando letras clavándose de raíz poesía,
escupiendo voluntades sin rendirse,
poesía en cada trago,
en cada fibra que se tensa,
en cada nota que grita o gime lengua bípeda desde la boca,
con el hambre dentro y fuera,
con los dientes de mordernos,
con los cuentos y las musas,
con los sueños sin perderlos poesía,

poesía.



Mabel Valero

martes, 2 de junio de 2009

Extraño él

“poesía de tener la mano abierta
y de poner alerta en su memoria la palabra”

María Peiró



Legado de abierta mano,

vientre de musa que desarraigada

busca el espacio

donde no anide la cólera,

donde no desquicie el sentimiento de poner alerta en su memoria la palabra.


Buenos modales y una lágrima

cae

entre

las

piernas,

usurpándole el sentido a la letra propia del extraño.


Grito a la poesía

que encierra silencio en las manos,

entre las piernas,

cae,

lagrima de ser poeta y perder,

girar la cadera al asfalto y girar la cadera,

ser menos esclavo,

compañero de palabra sin alerta,

discernir el calor del respeto a ser humano

y enredarte a un filamento de razones.


Carmen Megias

Poesía en contra



“Me apeo
en tus orillas de blanca espuma
para colgar el lápiz suicida que me desborda.”
Mabel Valero


Poesía al dardo despoblado, poesía
al afilado efluvio de cometas,
a las vetas de valor, el lado de los mitos,
poesía con menudas inyecciones de manía,
con la cuenta de la vida
y la derrota de los dedos,
en los lados más pequeños del encuentro
y a los cuentos y en los cabos,
por el último temblor sembrado
al matado soñador,
hasta el pardo resplandor de las arañas,
con arritmias y corazas de armonía,

poesía,
poesía,
poesía.

Poesía en condolencia,
o en el canto de la risa, poesía.
Poesía en sus achaques,
poesía en los linajes manirrotos,
poesía en las pancartas de los tontos vecinales,
en los tuertos animales de la guerra,
en las tretas de esos locos ojivales sin promesa,
poesía brava de morder,
poesía muda de saber,
poesía de tener la mano abierta
y de poner alerta en su memoria la palabra.

lunes, 25 de mayo de 2009

Que se calle el silencio chicas

Que el silencio solo sepa ubicarnos en el pasado y nuestros zapatos resuenen a lo largo y ancho de este pasillo que habitamos vida.

domingo, 17 de mayo de 2009

Zapatos

"...y que sangren las aceras aunque vagues dentro de una huella impalpable. " Paloma Angel

Que camine el ciego, y que sangre sus pisadas el latido,
que escupa lo que queda de malo la acera que arde insomne bajo el vertical del muslo. Que sangre sordo el deambular de una digestión de agua, de polvo triturado con las muelas, que busque un par al niño que busca en otro par a la madre.
Que la nostalgia se sude entre las sábanas, es la marca de un sueño en la esquina de un libro de noche, y que vaya y venga tu cincel, vaivén de ritmos enarbolando un resquicio de llamada, de humanoide lúgubre sentado frente al lago y tirando piedras y contando los anillos que se forman hasta llegar al número par del otro zapato que aún duerme.

jueves, 14 de mayo de 2009

Zapatos para un par


Se asaltan pisadas que te buscan
y se esconde el titubeo en los antiguos cordones.
Sin juicio y acucioso moldea la parte el pie,
la piel más accesible,
y busca el empeine menos escotado,
el de bajo tobillo,
y que sangren las aceras aunque vagues dentro de una huella impalpable.

Pero el impar par aplasta su rostro,
espesa los huesos de los dedos para distinguir la señal en el semáforo abierto,
la pendular del páramo de adobe
que ayer pisaba leña y huyó descalzo en la premisa de lo óseo.

No importa los que te creyeron zapatilla,
escombro o sandalia de clima frío en el poco sabor de la persona,
pues los cueros comunes parecen proporciones ridículas,
colgajos,
telas alternas que fuerzan un ajuste para el pie imprevisto.

Arrebatada la noche
el impar bucea el tú cosido sin complejos,
la lengüeta concebida en el cuero más usado,
la única,
la impermeable manera de anidar el aire fresco,
el movimiento que permite el paso sobre el líquido,
la necesidad sin diseño,
la rebeldía personificando el más atroz de tus cordones fuera del vestigio,
en el rastro,
en el trazo que traza tu figura,
en la poca y desusada impronta de vestir la suela de madera
y que la calle se vuelva agua…
y nadar sin movimiento,
en la flotabilidad que de las piernas prenda otro día
otro recoger umbrales sin limosna,
sin cueros de animal,
y que la orilla retraiga sobre la ola la estabilidad rocosa del otro par sin escotilla.


Paloma

lunes, 11 de mayo de 2009

Soliloquio

“Cómo llenarte, soledad,si no contigo misma” Luis Cernuda

Cómo llenarte soledad,
cómo inflamar los alveolos de tu pulmón
sin formar una sangria de silencios,
cómo calibrar tu envergadura de palabra
femenina, soledad.

Cómo llenarte soledad,
cómo llenar tu pulmón de kilos de vacío
sin hacer una matanza,
cómo si tus cavidades no tienen puntos de sutura,
si tu densa pesadez se escurre entre las grietas de mi mano,
si eres larva si eres madre si eres padre y naces de ti,
cómo llenar tu sueño.

Cómo llenarte soledad sin temblores,
sin que se quiebren las nubes
que las alas de gaviotas ebrias crean,
cómo llenarte de mí si eres embrión y orígen.

domingo, 10 de mayo de 2009

Y ya que hablamos de erotismo, un conato...

Llámame

Llámame y desharé el camino,
volveré por el surco con mis negras pisadas de charol,
hincaré sobre tu pecho mis tacones
y abriré en tu boca la fresa de mis senos
para que no pierdas la humedad de su caricia.

Si me llamas he de abrirme paso por tus brazos
como un pájaro que huyera de los vientos.
Si me llamas he de amarte sano y salvo entre mis uñas,
como un gato que lamiera su camada.
Si me llamas he de estar ahí, junto a tu vientre,
como un perro que amueblara su universo.

Llámame y entraré por la puerta que me digas,
subiré por tus piernas con los dientes
y en tu sexo saciaré toda mi vuelta.


Se aceptan críticas y el riesgo de un bufido.

sábado, 9 de mayo de 2009

Humo


“labios salitre apuran un rubio y escupen el humo por las tibias.”

Loredhi

Escupe el humo por las tibias,
por el cúbito escupe el humo en la mandíbula
y se llenan los pulmones, acaricia el esqueleto de latido,
de labios profanando las encías
desplegándose boquilla y rubio
en el límite del muslo, escupe el humo,
mastica el vicio peroné,
salitre sacia los pulmones,
escupe el humo y se acaricia bastidor
en el pulso latido, sin gloria escupe el humo,
escupe el humo por las tibias,
por el cúbito escupe el humo
profanando las encías.