domingo, 23 de agosto de 2009

Gaviota infusa

Con cariño para todas las tertulianas, mis gaviotas....

Gaviota infusa

Han venido gaviotas tus palabras,
a buscar el pez que escondo en mi garganta
y han venido, sin aviso, a asomarse
en mi ventana
cuando el mundo ha anochecido
cuando duermen ya sus alas.
Han venido desplegando voz y vuelo,
al acecho de ese verbo de ese pez
y han venido sin aviso, a mostrarse
sobre el blanco del papel, a asomarse
han venido cuando dormían agallas,
quebrando branquias
y aguaceros de silencios
y han venido sin aviso
y oportunas,
han venido de visita…
bienvenidas…
tus gaviotas.

sábado, 15 de agosto de 2009

Vínculos: la voz y la muerte

Canto de muñeca perenne, a través de un aparato inmundo escucho el canto y lloro en silencio, una mosca ronda el té a medio beber, mosca lenta que me ronda aunque la espante, trata de descender por la taza, huele a rooibos y a miel, escucho la voz de la muñeca, el canto se introduce en el pecho de mi cuerpo, un cuerpo extraño que me transporta sin sentido del ritmo, vuelve la mosca y parada yo en el cuerpo estiro la mano para espantarla dejándome llevar al lugar donde la muñeca sobrevive, y el cuerpo se cansa y decrece a una tarde de amaneceres muertos, a una vida que la transporta, que decrece y que sólo a veces recobra algo de ritmo en estos tiempos.

Va pesando más profundo el esqueleto, el esqueleto de la vida ronda el té de rooibos y la dulzura se calza el cuerpo en su decrecimiento, le salen alas, le ronda pesando profundo un alubión de recuerdos adheridos al esqueleto pesado que perdura.

Leo un libro negro dibujado en mariposa, en cuerpos decrecientes, tiempo crece inexpugnable en el atardecer de una muñeca congelada, estremecida ante un canto, un ritmo en sus silencios, un corazón arrasado y recompuesto que tiene cosas que decir sobre la muerte, el día que moristeis y el día que moriremos se atraganta, no permite escribir ni leer fácilmente, el tiempo parapléjico amamanta las ganas de respirar invertidas en el esternón de la palabra, del libro negro, de la fase aplacada del ciclo último, bebo de la dulzura ojos de té del cuerpo que me creo pequeña y fuerte, bebo sin poder respirar, de dos redondísimos ojos.

Carmen

miércoles, 12 de agosto de 2009

EL DIA QUE MORIMOS

El día que morimos llovía atardeceres tras los párpados del mundo,
caían solidos colores y crepúsculos del centro la víspera,
aquel día, negociaba el olor nuestra espalda resbalando gotas venganza y sangre
venganza y sangre
sangre...
El día que morimos un gallo cantaba el ocaso del verbo,
al otro lado el mundo se dejaba hacer en su esquina
sucia de futuros, en su piel de oligarquía en funciones,
en la orgía de banderas y antifaces...
y mas uva tras la puerta.

Los atardeceres caían mirando de frente al sol el día que morimos
y mordían pupilas en el borde de sus labios,
aquel día, pinchaba la piel sobre la carne carente de agallas,
espesor de perfumes ajenos a una aire que no cedía al día que morimos,
y se arrastraron las vírgenes
las que dieron vida al enjuto tiempo que no cabe en un traje a medida,
cosido a color tormentas...
aquel día, que dolimos a nadie y derrochamos desastres
entre muslos, rezamos a un Dios que lucia bufón,
que hacia sonar cascabeles y muerte al son de sólidas sus lágrimas,
caudillo de la nada llorando infancias muertas...

El día que morimos un sol trasvestido despojaba el negro del cielo
y no brillaba de centripeto el sol, mentira en blanco y negro,
intimidad macerada en alcohol y madera, astillas las caricias de garganta,
porque aquel día, olvidaste cerrar la puerta y sonaron maullidos
en la cara interna de los huecos, trilogía del sueño de un Zeus borracho
cantando la vuelta a casa desde Itaca, rezumando renuncias.
La rabia violaba el día que morimos al puro amor que miraba
el techo de su suerte, desolación, penetración consentida consentida es;
De lluvia vestían los dedos el día que morimos, los dedos marcando el camino
a los perros, a los harapos de las tardes consumidas
tapamos de pretéritos,
y espantamos las polillas que tú alimentabas
como mariposas susurrabas, mutiladas de futuro, sangrando de poesía.

Fue la tarde muerte y bajo la mesa el limite musitaba soledad,
el corazón huele fuerte en la hora del olvido,
corazón gangrena y pura pena en la vi cera...
y no morimos,
quedaron abiertos nuestros los ojos respirando ecos,
lamiendo vanidades quedamos
estirando el tiempo apurando vasos disponibles quedamos,
oyendo crujir de almas...
quedando vivos la tarde que morimos.


domingo, 2 de agosto de 2009

Desde mi centro converso ahora intensamente hacia dentro,
atravesándome lentamente,
extraviada en ideas rotas y rehechas y palabras desechas y rotas,
relinchando extraña,
extrañamente entendiendo y retorciéndome hacia dentro.

Converso ideas rotas del espíritu,
trato de olvidar el cuerpo creciendo y decreciendo,
jazmín del cuento de extranjera relinchando
con las palabras desechas y rotas,
llenas de lágrima oscura llena rota la palabra de otro verano feo
de un cuerpo decreciendo, en el abismo de una extraña.

Con cabo de niña, cóncavo de espejo estropeado,
cuerpo con cuerpo confundido en un espacio acuático,
reflejo de lágrima oscura,
conversación atolondrada de la muerte haciéndose hueco en la vida,
un árbol asiéndose a un cuerpo con cuerpo,
hueso del tiento y medida oscuridad desde lo complejo,
desde mi centro asido a la luz y su cuerpo...
converso con la vida.

Carmen Megias