domingo, 22 de febrero de 2009

DEDICADO A TODAS LAS MUJERES DEL MUNDO

LUNA Y EL TOBOGÁN
Luna tiene cinco años. Es rubia y siempre lleva el pelo recogido con dos coletas, ganchos y un tupido flequillo. En sus mofletes se dibujan dos círculos de color rosa y cuando hace algún esfuezo físico el color se torna más intenso hasta llegar al rojo.Todas las tardes su mamá va a recogerla al colegio para ir al parque, allí merienda y se divierte hasta que anochece. A Luna le gusta jugar con la arena, hacer montañas, llenar su cubo y crear algo parecido al barro. Forma figuras que se asemejan a una casa, hace agujeros y los cubre de agua simulando lagos frente a la casa. Y cuando el pequeño poblado está construido, Luna se cansa y se va a jugar con los columpios. Su columpio preferido es el tobogán, pero le tiene miedo. Desde su pequeña estatura, la escalera del tobogán parece inacabable y la rampa parece tener cientos de quilómetros.Todos los días Luna se acerca al tobogán, pone el pie izquierdo en el primer peldaño de la escalera, pone el pie derecho en el segundo peldaño y cuando nuevamente va a poner el pie izquierdo en el tercer peldaño, Luna mira hacia abajo y se asusta, entonces deshace el camino recorrido. Después se marcha al otro lado del tobogán y se sienta al final de la rampa. Se da la vuelta, se pone en píe y trata de ascender por la montaña de metal. Pero, a muy pocos metros de ascenso, Luna se resbala y cae nuevamente hacia abajo. En ocasiones se quema la barriga, cuando la ropa se le sube y su tripa se pone en contacto con la pendiente de hierro caldeada por el sol. Hay veces que Luna se acerca al tobogán y no intenta montar en él. Lo mira. Lo mira desde todos los ángulos que le son posible. Lo toca con sus pequñas manos, le da patadas y puñetazos hasta que siente dolor en sus puños y en el dedo grodo de sus pies. Entonces coge su cubo, lo llena de pequeñas piedras y arena y vuelve al tobogán para ametrallarlo con las municiones que guarda en su cubito de playa.
Es lunes. Hoy Luna ha subido siete peldaños de la escalera. Sólo hay diez. Pero ha mirado hacia abajo y otra vez se ha asustado. Nunca había visto tan lejos el suelo, ni tan cerca la luna. Entonces ha comenzado a bajar por los peldaños hasta llegar al suelo. Se ha acercado a su madre. Lucía siempre se sienta en un banco del parque y no aparta sus ojos de Luna ni un sólo momento. La observa, pero nunca se interpone entre ella y sus juegos. Luna coge a su madre y la estira de la chaqueta, le señala el tobogán y le indica con su mínima expresión verbal que quiere que la ayude a montar. Lucía la coge en brazos, la sienta en su regazo y le responde: No cariño, mamá no puede ayudarte, debes lograrlo tú. Entonces le da un beso en sus mejillas y la envía nuevamente al tobogán.


Lucía merienda en el parque. Su mamá la fue a recoger a la escuela y la llevó a jugar a los columpios. Le entregó un yogurt y una cucharilla de plástico. Lucía tiene cinco años. No le gusta el líquido que sale del yogurt, siempre pone su pequeña mano sobre el envase y le da la vuelta para dejar caer el caldillo, pero su mano es tan prqueña que no logra cubrir toda la superficie y el yogurt entero cae a la arena. Lucía trata de enterrarlo para que nadie la vea. Su mamá advierte lo ocurrido y la regaña, le limpia las manos en la fuente, le quita la arena de los zapatos y del vestido y se van a merendar a casa. Lucía nunca puede jugar sola. Su mamá siempre está con ella. La ayuda a montar en el columpio, le da impulso, está siempre a su lado y la ayuda en todo. Y siempre la sube al tobogán. Una vez está arriba, va corriendo al otro extremo para cogerla cuando desciende por la rampa. A Lucía, siempre su mamá la ha ayudado en todo. Pero Lucía ha crecido, se ha hecho mayor, y nunca ha sabido hacer nada sola. Lucía tiene miedos, tiene fóbias, es débil e insegura y su voluntad se tambalea ante la menor adversidad.


Es jueves. Hoy Luna se ha vuelto a enfrentar al tobogán. Ha comenzado a ascender los peldaños de la escalera. Uno, dos, tres, cuatro... No ha mirado al suelo. Ha mirado a su mamá. Su mamá le ha sonreido y ha gritado desde el banco: ¡Venga Luna, tú puedes hacerlo cariño! Luna se ha reído, ha continuado su camino. Sus piececitos iban temblando por la poca superficie en la que se iban sosteniendo y ha llegado por fin al peldaño número diez. Se ha sentado en la superficie de la rampa, se ha sujetado fuerte a la barandilla y se ha dado impulso. Hoy Luna ha experimentado en su cuerpo una velocidad mucho mayor que cuando asoma la cabeza por la ventanilla del coche de su papá. Y hoy, el tupido felquillo de Luna se ha rendido ante el viento. Ahora Luna monta todas las tardes en el tobogán, una y otra y otra vez. Tiene la sensación de ir cada vez más rápido. Ahora Luna se siente la niña más veloz del mundo.

Reyes Gómez Pérez

7 comentarios:

viernesdepoetas dijo...

Jueves tenía que ser cuando Luna se lanzara, hay un alma de escritora en ese tobogán... gracias por tu relato, 2009 Besos. Mabel

viernesdepoetas dijo...

Gracias Mabel. No había caido: sí, era jueves... Luna será escritora de mayor. No podré asistir a la segunda convocatoria, con todo el dolor de mi corazón. Ya me contaréis y que sea tan enriquecedora o más que la primera. Venga mujeres, animaros a colgar cosas en nuestro rincón, que para eso lo creamos!!!!!!!!

viernesdepoetas dijo...

Excelente inauguración, Reyes, la sencillez en la expresión refleja perfectamente el pequeño mundo que nos muetras. Se me han ido los ojos tras Luna y su alegría ante ese gran logro, y me ha quedado un vaho de ternura en la mirada.
Un beso.
María

viernesdepoetas dijo...

Por cierto, se te echará de menos el próximo viernes, procuraremos hacer fotos y recopilar información para las que no puedan venir.
Otro beso.
María

viernesdepoetas dijo...

Reyes, creo que este cuento sólo lo habría podido escribir una psicóloga ya que tiene mucho de tu oficio... Sobretodo por esa huella que le queda a Lucía de la experiencia que ha pasado con su madre, y que luego no le infunde a su hija y eso es lo que le hace ser fuerte a Luna y poder sentirse la niña más veloz del mundo...
Una pena que no estubieras el viernes para poder leernoslo.

Leyre

Anónimo dijo...

Luna creo que nunca necesitará peldaños para tocar el cielo, ella misma ya es un cielo veloz con el que sus letras mojan cada poro de nuestra piel.

Felicidades por este hermoso cuento. A mí también me gustaría poder ser un poco Luna.

Paloma

Anónimo dijo...

Y tu vas a mil!!! nunca mas va a poder detenertete , un peldaño, otro peldaño, ay que me caigo!, y subo otro y otro y otro...crecer, crecer...amar, reir , llorar y me caigo otra vez...pero hay que seguir, otro peldaño mas... no mirar para abajo, no miral para al lado...solo al frente y arriba...crecer, y al final... la liebertad!!!
Ehorabuena Reyes. Malaga te quiere