¡Hermosas todas, hasta yo! Mujeres en ristre, bellas, llenas de luz, amasando pan de tinta para los viernes de pasión.
Siempre libres y en la hoguera
siempre atenta la mirada,
la piel, de viernes calzada
y el alma por bandolera.
Vagabundas en la acera
y los libros por colchón,
llenemos cualquier cartón
con nuestra pasión de diosas,
preñemos todas las cosas
con nuestro sexo en acción.
María
sábado, 28 de febrero de 2009
Febrero
Me he regado con agua destilada,
he bebido de hambrientas bocas y suspiro,
en el tallo, en los andares, suspiro,
vendo mi alma, el cantar de los cantares tengo,
amarrado al pecho, a un cuento para ella y otro para él,
escribo desde el tuétano, la barbarie,
los caminos y la raza de este mundo peliagudo,
lleno de mujeres, bello.
Me fusiono entre versos
y ruedo peso muerto del deseo que se estrella ampliamente,
que derrite el universo en una mesa convexa,
en una música que suena en el silencio a palabras,
a muñecas arañadas letras y recursos literarios,
a trufas y al color rosa.
Me he regado con agua destilada,
tres peces vomitan sobre su mierda propia y sobreviven,
los ojos se transfieren a las líneas encubiertas de la mano,
a la penumbra, la lumbre, la risa y los ovarios,
la tarta de chocolate con gavetas, la eclosión de una voz,
el misterio de un mástil izado de ancla anclada demasiado y más,
tres sillas negras, un gato magullado,
una casa envenenada,
una niña que todo lo mira profundo,
la dulzura,
siameses tres minutos,
un curso de Reiki,
una palangana llena de pasión y un universo
lleno de poetas.
Carmen Megias
Que las palabras no se empolven... que cada viernes respiren aire
Polvo de palabras
“Pública y púdica esconde su bigote en el pulmón
de un libro…”
Mabel Valero
Miré al viejo, al desgastado, al falso, al ilusorio,
al pequeño dinosaurio vestido de ocasión,
al cercano y al distante, al hijo oriundo,
al que traía un ajado polvo
y recorría mis pañales para ofertarme un hada,
un barco supurando olas
y un pecho, esqueleto más allá de lo vivido.
Cogí el más alto, el olvidado, el húmedo,
el que acaso público y púdico dejó su bigote en un estante,
prisionero en apariencia, fondo de nadie
pidiendo las manos los talcos los timbres,
la abrasión que espora un hongo, la mancha,
la palabra templada, el verbo que se arriba.
El óxido salió de su saliente, inédito, común,
humificando la cortinilla que se traga el polvo
y amarillea la mirada que te habla, con un olor a agrio,
a caballero de leyenda, a rancio correaje,
a devoto fragmento que se interroga en un saludo.
Mas vi un lomo que me habitaba intermitente,
en prólogo y preludio me miraba, lado a lado
y otra vez al otro, me miraba y me miraba
descalzando su bigote todo cano,
y la conversación urbana se fundió sobre mi hoja
de pulmón, de sabor a leña, y la letra respiró en el aire.
Paloma Ángel
“Pública y púdica esconde su bigote en el pulmón
de un libro…”
Mabel Valero
Miré al viejo, al desgastado, al falso, al ilusorio,
al pequeño dinosaurio vestido de ocasión,
al cercano y al distante, al hijo oriundo,
al que traía un ajado polvo
y recorría mis pañales para ofertarme un hada,
un barco supurando olas
y un pecho, esqueleto más allá de lo vivido.
Cogí el más alto, el olvidado, el húmedo,
el que acaso público y púdico dejó su bigote en un estante,
prisionero en apariencia, fondo de nadie
pidiendo las manos los talcos los timbres,
la abrasión que espora un hongo, la mancha,
la palabra templada, el verbo que se arriba.
El óxido salió de su saliente, inédito, común,
humificando la cortinilla que se traga el polvo
y amarillea la mirada que te habla, con un olor a agrio,
a caballero de leyenda, a rancio correaje,
a devoto fragmento que se interroga en un saludo.
Mas vi un lomo que me habitaba intermitente,
en prólogo y preludio me miraba, lado a lado
y otra vez al otro, me miraba y me miraba
descalzando su bigote todo cano,
y la conversación urbana se fundió sobre mi hoja
de pulmón, de sabor a leña, y la letra respiró en el aire.
Paloma Ángel
domingo, 22 de febrero de 2009
Eva al desnudo
Quise decir que en la voz se van callando los gritos
en que el alma corrompe los peldaños de la luna,
que si me acuesto o no me acuesto será en cada cicatriz de tus heridas,
que mastico sal por las mañanas
y al endulzarse la boca trago bocanadas de aire.
Que si me invitas a subir te ahorraré en gastos de peleas
y seré la llave para la cerradura y con sólo abrir un poco…
una estancia multicolor y los adoquines esperando en la sala.
Quise contar al sol unas mentiras…
las cuerdas de garganta enmudecieron
y unas sílabas en corcheas rojas en el cielo
abatieron la noche y me pusieron alas en guantes de cornisas y tejados.
Y volé, cementerio donde moran las palabras viejas,
las que nunca dije o te dijeron las que sólo pronuncias cuando estás muerto.
Quise decir que me ahogo, en cada una de las hebillas de tu piel,
al inhalar la boca de tus besos y me embriago, al escuchar la voz,
hombre que calla y gime cuando nadie más escucha.
Que yo soy la manzana de la que nunca pudiste probar bocado
y el gusano mueve la cola y se retira.
Pero ahora en esta comezón, te maldigo, porque eres hombre y sapo,
la otra cara del cristal, el reverso de los enfados y eres palabra y aire.
Y eres voz que canturrea en los soplos de la brisa
y me desvistes en el silencio
y entre las alas de un pájaro y el aire no se mueve
ni se escucha el desgañitar de las cuerdas.
Y pinto tus manos en las alfombras de mi cuarto,
y los violines se adentran en los hemisferios de la locura.
Eres árbol y yo la rama donde sostengo al pájaro que tiembla y que se mece envalentonado por la manzana que reposa entre las hojas.
Quise decir que te espero en el envite de las olas
y en unas playas de sal, y en los charcos y en el cristal y en los aguaceros sin paracaídas. Decir quise que al respirar me duele tan adentro que pierdo
el norte,
y el sur,
y una herida con la crisma hacia arriba
y un dulce picor que escuece
hacia abajo
y me lloran los ojos en paralelos torpes de la mañana.
en que el alma corrompe los peldaños de la luna,
que si me acuesto o no me acuesto será en cada cicatriz de tus heridas,
que mastico sal por las mañanas
y al endulzarse la boca trago bocanadas de aire.
Que si me invitas a subir te ahorraré en gastos de peleas
y seré la llave para la cerradura y con sólo abrir un poco…
una estancia multicolor y los adoquines esperando en la sala.
Quise contar al sol unas mentiras…
las cuerdas de garganta enmudecieron
y unas sílabas en corcheas rojas en el cielo
abatieron la noche y me pusieron alas en guantes de cornisas y tejados.
Y volé, cementerio donde moran las palabras viejas,
las que nunca dije o te dijeron las que sólo pronuncias cuando estás muerto.
Quise decir que me ahogo, en cada una de las hebillas de tu piel,
al inhalar la boca de tus besos y me embriago, al escuchar la voz,
hombre que calla y gime cuando nadie más escucha.
Que yo soy la manzana de la que nunca pudiste probar bocado
y el gusano mueve la cola y se retira.
Pero ahora en esta comezón, te maldigo, porque eres hombre y sapo,
la otra cara del cristal, el reverso de los enfados y eres palabra y aire.
Y eres voz que canturrea en los soplos de la brisa
y me desvistes en el silencio
y entre las alas de un pájaro y el aire no se mueve
ni se escucha el desgañitar de las cuerdas.
Y pinto tus manos en las alfombras de mi cuarto,
y los violines se adentran en los hemisferios de la locura.
Eres árbol y yo la rama donde sostengo al pájaro que tiembla y que se mece envalentonado por la manzana que reposa entre las hojas.
Quise decir que te espero en el envite de las olas
y en unas playas de sal, y en los charcos y en el cristal y en los aguaceros sin paracaídas. Decir quise que al respirar me duele tan adentro que pierdo
el norte,
y el sur,
y una herida con la crisma hacia arriba
y un dulce picor que escuece
hacia abajo
y me lloran los ojos en paralelos torpes de la mañana.
Dialogo de una mujer frente al espejo
¿A qué
este resentirme, este desangrarme,
este extraviarme si la verdad retrocede
pez por la corriente desovándome rutina,
si de pronto me acorrala, si de a mucho igual me alcanza
y cae en mis manos disgregada herida a qué?.
Armados andan mis ovarios,
vientre y firme, madurando en su volumen las edades
y la sangre que desdeñan, esa leña
incubadora del aullido ese yo que soy mas yo
sin adán y sus costillas mas allá de mis horarios.
¿A qué este deshojarme, este clavarme de uñas en el pecho,
si es verdad que existo yo y ahora qué
si soy el punto, un amante en el anden
que extiende el brazo, despedida al borde astilla de una vía, sin medida,
una agenda recubriendo la conciencia que satura y ahora qué?.
Con las manos sin soberbia
en la cintura pierdo el nombre que me engendra herida enferma,
esclerótica y palabra, esa sangre que desdeño
si de pronto me acorrala armados andan mis ovarios
y la frente, si de a mucho igual me alcanza
vierte el nudo la corona, el idioma
que madura en mi volumen las edades,
una mueca en la sonrisa pateando la rutina que me ausenta
y la memoria en la despensa reventando los aullidos.
Mabel Valero
este resentirme, este desangrarme,
este extraviarme si la verdad retrocede
pez por la corriente desovándome rutina,
si de pronto me acorrala, si de a mucho igual me alcanza
y cae en mis manos disgregada herida a qué?.
Armados andan mis ovarios,
vientre y firme, madurando en su volumen las edades
y la sangre que desdeñan, esa leña
incubadora del aullido ese yo que soy mas yo
sin adán y sus costillas mas allá de mis horarios.
¿A qué este deshojarme, este clavarme de uñas en el pecho,
si es verdad que existo yo y ahora qué
si soy el punto, un amante en el anden
que extiende el brazo, despedida al borde astilla de una vía, sin medida,
una agenda recubriendo la conciencia que satura y ahora qué?.
Con las manos sin soberbia
en la cintura pierdo el nombre que me engendra herida enferma,
esclerótica y palabra, esa sangre que desdeño
si de pronto me acorrala armados andan mis ovarios
y la frente, si de a mucho igual me alcanza
vierte el nudo la corona, el idioma
que madura en mi volumen las edades,
una mueca en la sonrisa pateando la rutina que me ausenta
y la memoria en la despensa reventando los aullidos.
Mabel Valero
DEDICADO A TODAS LAS MUJERES DEL MUNDO
LUNA Y EL TOBOGÁN
Luna tiene cinco años. Es rubia y siempre lleva el pelo recogido con dos coletas, ganchos y un tupido flequillo. En sus mofletes se dibujan dos círculos de color rosa y cuando hace algún esfuezo físico el color se torna más intenso hasta llegar al rojo.Todas las tardes su mamá va a recogerla al colegio para ir al parque, allí merienda y se divierte hasta que anochece. A Luna le gusta jugar con la arena, hacer montañas, llenar su cubo y crear algo parecido al barro. Forma figuras que se asemejan a una casa, hace agujeros y los cubre de agua simulando lagos frente a la casa. Y cuando el pequeño poblado está construido, Luna se cansa y se va a jugar con los columpios. Su columpio preferido es el tobogán, pero le tiene miedo. Desde su pequeña estatura, la escalera del tobogán parece inacabable y la rampa parece tener cientos de quilómetros.Todos los días Luna se acerca al tobogán, pone el pie izquierdo en el primer peldaño de la escalera, pone el pie derecho en el segundo peldaño y cuando nuevamente va a poner el pie izquierdo en el tercer peldaño, Luna mira hacia abajo y se asusta, entonces deshace el camino recorrido. Después se marcha al otro lado del tobogán y se sienta al final de la rampa. Se da la vuelta, se pone en píe y trata de ascender por la montaña de metal. Pero, a muy pocos metros de ascenso, Luna se resbala y cae nuevamente hacia abajo. En ocasiones se quema la barriga, cuando la ropa se le sube y su tripa se pone en contacto con la pendiente de hierro caldeada por el sol. Hay veces que Luna se acerca al tobogán y no intenta montar en él. Lo mira. Lo mira desde todos los ángulos que le son posible. Lo toca con sus pequñas manos, le da patadas y puñetazos hasta que siente dolor en sus puños y en el dedo grodo de sus pies. Entonces coge su cubo, lo llena de pequeñas piedras y arena y vuelve al tobogán para ametrallarlo con las municiones que guarda en su cubito de playa.
Es lunes. Hoy Luna ha subido siete peldaños de la escalera. Sólo hay diez. Pero ha mirado hacia abajo y otra vez se ha asustado. Nunca había visto tan lejos el suelo, ni tan cerca la luna. Entonces ha comenzado a bajar por los peldaños hasta llegar al suelo. Se ha acercado a su madre. Lucía siempre se sienta en un banco del parque y no aparta sus ojos de Luna ni un sólo momento. La observa, pero nunca se interpone entre ella y sus juegos. Luna coge a su madre y la estira de la chaqueta, le señala el tobogán y le indica con su mínima expresión verbal que quiere que la ayude a montar. Lucía la coge en brazos, la sienta en su regazo y le responde: No cariño, mamá no puede ayudarte, debes lograrlo tú. Entonces le da un beso en sus mejillas y la envía nuevamente al tobogán.
Lucía merienda en el parque. Su mamá la fue a recoger a la escuela y la llevó a jugar a los columpios. Le entregó un yogurt y una cucharilla de plástico. Lucía tiene cinco años. No le gusta el líquido que sale del yogurt, siempre pone su pequeña mano sobre el envase y le da la vuelta para dejar caer el caldillo, pero su mano es tan prqueña que no logra cubrir toda la superficie y el yogurt entero cae a la arena. Lucía trata de enterrarlo para que nadie la vea. Su mamá advierte lo ocurrido y la regaña, le limpia las manos en la fuente, le quita la arena de los zapatos y del vestido y se van a merendar a casa. Lucía nunca puede jugar sola. Su mamá siempre está con ella. La ayuda a montar en el columpio, le da impulso, está siempre a su lado y la ayuda en todo. Y siempre la sube al tobogán. Una vez está arriba, va corriendo al otro extremo para cogerla cuando desciende por la rampa. A Lucía, siempre su mamá la ha ayudado en todo. Pero Lucía ha crecido, se ha hecho mayor, y nunca ha sabido hacer nada sola. Lucía tiene miedos, tiene fóbias, es débil e insegura y su voluntad se tambalea ante la menor adversidad.
Es jueves. Hoy Luna se ha vuelto a enfrentar al tobogán. Ha comenzado a ascender los peldaños de la escalera. Uno, dos, tres, cuatro... No ha mirado al suelo. Ha mirado a su mamá. Su mamá le ha sonreido y ha gritado desde el banco: ¡Venga Luna, tú puedes hacerlo cariño! Luna se ha reído, ha continuado su camino. Sus piececitos iban temblando por la poca superficie en la que se iban sosteniendo y ha llegado por fin al peldaño número diez. Se ha sentado en la superficie de la rampa, se ha sujetado fuerte a la barandilla y se ha dado impulso. Hoy Luna ha experimentado en su cuerpo una velocidad mucho mayor que cuando asoma la cabeza por la ventanilla del coche de su papá. Y hoy, el tupido felquillo de Luna se ha rendido ante el viento. Ahora Luna monta todas las tardes en el tobogán, una y otra y otra vez. Tiene la sensación de ir cada vez más rápido. Ahora Luna se siente la niña más veloz del mundo.
Reyes Gómez Pérez
Luna tiene cinco años. Es rubia y siempre lleva el pelo recogido con dos coletas, ganchos y un tupido flequillo. En sus mofletes se dibujan dos círculos de color rosa y cuando hace algún esfuezo físico el color se torna más intenso hasta llegar al rojo.Todas las tardes su mamá va a recogerla al colegio para ir al parque, allí merienda y se divierte hasta que anochece. A Luna le gusta jugar con la arena, hacer montañas, llenar su cubo y crear algo parecido al barro. Forma figuras que se asemejan a una casa, hace agujeros y los cubre de agua simulando lagos frente a la casa. Y cuando el pequeño poblado está construido, Luna se cansa y se va a jugar con los columpios. Su columpio preferido es el tobogán, pero le tiene miedo. Desde su pequeña estatura, la escalera del tobogán parece inacabable y la rampa parece tener cientos de quilómetros.Todos los días Luna se acerca al tobogán, pone el pie izquierdo en el primer peldaño de la escalera, pone el pie derecho en el segundo peldaño y cuando nuevamente va a poner el pie izquierdo en el tercer peldaño, Luna mira hacia abajo y se asusta, entonces deshace el camino recorrido. Después se marcha al otro lado del tobogán y se sienta al final de la rampa. Se da la vuelta, se pone en píe y trata de ascender por la montaña de metal. Pero, a muy pocos metros de ascenso, Luna se resbala y cae nuevamente hacia abajo. En ocasiones se quema la barriga, cuando la ropa se le sube y su tripa se pone en contacto con la pendiente de hierro caldeada por el sol. Hay veces que Luna se acerca al tobogán y no intenta montar en él. Lo mira. Lo mira desde todos los ángulos que le son posible. Lo toca con sus pequñas manos, le da patadas y puñetazos hasta que siente dolor en sus puños y en el dedo grodo de sus pies. Entonces coge su cubo, lo llena de pequeñas piedras y arena y vuelve al tobogán para ametrallarlo con las municiones que guarda en su cubito de playa.
Es lunes. Hoy Luna ha subido siete peldaños de la escalera. Sólo hay diez. Pero ha mirado hacia abajo y otra vez se ha asustado. Nunca había visto tan lejos el suelo, ni tan cerca la luna. Entonces ha comenzado a bajar por los peldaños hasta llegar al suelo. Se ha acercado a su madre. Lucía siempre se sienta en un banco del parque y no aparta sus ojos de Luna ni un sólo momento. La observa, pero nunca se interpone entre ella y sus juegos. Luna coge a su madre y la estira de la chaqueta, le señala el tobogán y le indica con su mínima expresión verbal que quiere que la ayude a montar. Lucía la coge en brazos, la sienta en su regazo y le responde: No cariño, mamá no puede ayudarte, debes lograrlo tú. Entonces le da un beso en sus mejillas y la envía nuevamente al tobogán.
Lucía merienda en el parque. Su mamá la fue a recoger a la escuela y la llevó a jugar a los columpios. Le entregó un yogurt y una cucharilla de plástico. Lucía tiene cinco años. No le gusta el líquido que sale del yogurt, siempre pone su pequeña mano sobre el envase y le da la vuelta para dejar caer el caldillo, pero su mano es tan prqueña que no logra cubrir toda la superficie y el yogurt entero cae a la arena. Lucía trata de enterrarlo para que nadie la vea. Su mamá advierte lo ocurrido y la regaña, le limpia las manos en la fuente, le quita la arena de los zapatos y del vestido y se van a merendar a casa. Lucía nunca puede jugar sola. Su mamá siempre está con ella. La ayuda a montar en el columpio, le da impulso, está siempre a su lado y la ayuda en todo. Y siempre la sube al tobogán. Una vez está arriba, va corriendo al otro extremo para cogerla cuando desciende por la rampa. A Lucía, siempre su mamá la ha ayudado en todo. Pero Lucía ha crecido, se ha hecho mayor, y nunca ha sabido hacer nada sola. Lucía tiene miedos, tiene fóbias, es débil e insegura y su voluntad se tambalea ante la menor adversidad.
Es jueves. Hoy Luna se ha vuelto a enfrentar al tobogán. Ha comenzado a ascender los peldaños de la escalera. Uno, dos, tres, cuatro... No ha mirado al suelo. Ha mirado a su mamá. Su mamá le ha sonreido y ha gritado desde el banco: ¡Venga Luna, tú puedes hacerlo cariño! Luna se ha reído, ha continuado su camino. Sus piececitos iban temblando por la poca superficie en la que se iban sosteniendo y ha llegado por fin al peldaño número diez. Se ha sentado en la superficie de la rampa, se ha sujetado fuerte a la barandilla y se ha dado impulso. Hoy Luna ha experimentado en su cuerpo una velocidad mucho mayor que cuando asoma la cabeza por la ventanilla del coche de su papá. Y hoy, el tupido felquillo de Luna se ha rendido ante el viento. Ahora Luna monta todas las tardes en el tobogán, una y otra y otra vez. Tiene la sensación de ir cada vez más rápido. Ahora Luna se siente la niña más veloz del mundo.
Reyes Gómez Pérez
sábado, 21 de febrero de 2009
Arma Mater
Mater amantísima,
matrona miedo de la estopa que se mete cuero en las neuronas,
mater loba con ímpetu de sobra para el celo,
mater para el huevo en eclosión,
mater acrópolis caliente y hielo de la entrada;
la estrada mater del cálido embrión
y el crédulo empujón que media en las aceras.
Mater híbrida para las fieras que acometen íncubos,
que meten su nariz
y entre los miedos aparecen con fálicos desplantes.
Mater de los vientres y los días grávidos,
vida mater de los viernes.
La invitación, clara, la voluntad inquebrantable, la pantalla preparada y mía. Aquí dejo pues,el pequeño grano de mi poeta y el cebo para nuevas entradas. Siempre alerta y a la escucha, que son muchas las ganas de leeros.
matrona miedo de la estopa que se mete cuero en las neuronas,
mater loba con ímpetu de sobra para el celo,
mater para el huevo en eclosión,
mater acrópolis caliente y hielo de la entrada;
la estrada mater del cálido embrión
y el crédulo empujón que media en las aceras.
Mater híbrida para las fieras que acometen íncubos,
que meten su nariz
y entre los miedos aparecen con fálicos desplantes.
Mater de los vientres y los días grávidos,
vida mater de los viernes.
La invitación, clara, la voluntad inquebrantable, la pantalla preparada y mía. Aquí dejo pues,el pequeño grano de mi poeta y el cebo para nuevas entradas. Siempre alerta y a la escucha, que son muchas las ganas de leeros.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Primera convocatoria
Mujeres del mundo… hace justo una semana, en un encuentro entre algunas de nosotras, surgió la idea de reunir nuestras voces en torno a una misma mesa. Ante la dificultad material de poder hacerlo propusimos anteponer la circunstancia de la reunión a cualquier otra circunstancia personal de cada una. Surge una fecha, surge una convocatoria. La fecha, el último viernes de cada mes, la convocatoria, reunir nuestras voces vaginales en torno a una misma mesa. Que vaya una, dos, tres, treinta y tres, o media (estado bastante habitual, por cierto), poco importa, lo básico es tener la oportunidad de hacerlo.
Como esto es dicho y hecho, el último viernes del corriente mes es el próximo dia 30 de enero, y queda convocada esta primera reunión en mi casa.
Que yo sea la que escribe este correo y la que lo hace en su casa por primera vez es completamente circunstancial, de hecho mi labor de anfitriona se limitará a indicar dónde está el lavabo de la casa y dónde el armarito de los vasos, lo demás corre de vuestra cuenta…. Sólo necesitamos ganas de leer, de escuchar, de hablar, de escribir… Como soy un poco perra en ocasiones, y escribo mas bien poco, os insto a que traigáis sin cortaros cualquier cosa que queráis compartir o simplemente leer en voz alta.
La asistencia es voluntaria y la hora será a partir de las diez de la noche. La que quiera puede traer una cosa de picar o de beber o de lo que le apetezca… fundamentales las palabras. Se fumará en espacios abiertos aunque haga frío, y por mí nada más que alegar.
Se despide,
encantada de hablaros,
siempre alerta,
Loredhi.
Como esto es dicho y hecho, el último viernes del corriente mes es el próximo dia 30 de enero, y queda convocada esta primera reunión en mi casa.
Que yo sea la que escribe este correo y la que lo hace en su casa por primera vez es completamente circunstancial, de hecho mi labor de anfitriona se limitará a indicar dónde está el lavabo de la casa y dónde el armarito de los vasos, lo demás corre de vuestra cuenta…. Sólo necesitamos ganas de leer, de escuchar, de hablar, de escribir… Como soy un poco perra en ocasiones, y escribo mas bien poco, os insto a que traigáis sin cortaros cualquier cosa que queráis compartir o simplemente leer en voz alta.
La asistencia es voluntaria y la hora será a partir de las diez de la noche. La que quiera puede traer una cosa de picar o de beber o de lo que le apetezca… fundamentales las palabras. Se fumará en espacios abiertos aunque haga frío, y por mí nada más que alegar.
Se despide,
encantada de hablaros,
siempre alerta,
Loredhi.
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