Te tumbas de costado y mi almohada. Me dejo caer sobre el borde de la cama y te miro que miras mi reflejo y no lo sabes, entornas los ojos, humedezco con la lengua mi dedo anular y la cremallera baja. Te miro en el reflejo y me miras. Escondes la sonrisa en el cubre que dobla tu lienzo bajo su mejilla y suspiras, hago como que no te escucho, hago como que siempre ha sido, hago que me he sacado las botas sola. Te miro de soslayo e insinúo un detalle de dolor al girar la cabeza y preguntarte. Te pregunto no sé qué cosa y me desdibujo de frente otra vez, te regalo la sombra de mi tronco, y te huyo de cara. Retiro el cansancio de una manera no disimulada y acaricio varias formas de cadera. Te miro en el reflejo de la ventana y no sabes que lo hago, y miras y sonríes y me intuyes y me dejas en pausa. Descubro mi espalda y sacudo la cabeza entonando la columna con intencionalidad.
El mentón se tiñe de orgullo y no lo has visto.
lunes, 26 de octubre de 2009
sábado, 24 de octubre de 2009
Recuerdos suspendidos
“... A veces viene la tristeza de un lugar o del aire,
de la amistad caída o de un nombre vacío”
Lorena del Hierro
A veces viene,
se cuela por el hueco de la falda,
inundando pecho y pensamiento,
una espada empuñada hacia lo alto
clavándose contra el aire y la luz,
apagando los destellos con sus dentelladas.
A veces viene la tristeza,
de los recuerdos caídos sorbidos en el llanto,
deshojando margaritas,
una flor y otra desterradas suave la tristeza
se instala con su maletín de viaje,
fiel compañera a veces viene sacudiéndose el polvo del camino
o dándole patadas a las piedras.
La tristeza,
a veces viene,
desangrándose en el corcho,
un alfiler no pluma ribeteado en las pupilas,
mira hacia abajo y no puede sonreír.
La tristeza se encoge en el alma
en el urbe de los pensamientos
y se hace grande al afilar su dureza contra el cristal de la añoranza.
A veces viene la tristeza de un lugar o del aire
de la amistad caída o de un nombre vacío.
Se mira y no se mira,
se toca en sus entrañas...
la tristeza viene acompañada de los recuerdos en suspensión flotando en el aire.
Natalia Ruiz de Cenzano
de la amistad caída o de un nombre vacío”
Lorena del Hierro
A veces viene,
se cuela por el hueco de la falda,
inundando pecho y pensamiento,
una espada empuñada hacia lo alto
clavándose contra el aire y la luz,
apagando los destellos con sus dentelladas.
A veces viene la tristeza,
de los recuerdos caídos sorbidos en el llanto,
deshojando margaritas,
una flor y otra desterradas suave la tristeza
se instala con su maletín de viaje,
fiel compañera a veces viene sacudiéndose el polvo del camino
o dándole patadas a las piedras.
La tristeza,
a veces viene,
desangrándose en el corcho,
un alfiler no pluma ribeteado en las pupilas,
mira hacia abajo y no puede sonreír.
La tristeza se encoge en el alma
en el urbe de los pensamientos
y se hace grande al afilar su dureza contra el cristal de la añoranza.
A veces viene la tristeza de un lugar o del aire
de la amistad caída o de un nombre vacío.
Se mira y no se mira,
se toca en sus entrañas...
la tristeza viene acompañada de los recuerdos en suspensión flotando en el aire.
Natalia Ruiz de Cenzano
Pesa del recuerdo
En un cajón al fondo de la sala pesan los recuerdos,
baratijas de la entre tienda
de un sótano caído entre las luces,
de un palpitar de musarañas en el ombligo.
Las letras se salen de su araña, de su comedero y se mecen en la mirada,
pupilas bajas de acantilado,
junto al precipicio se detienen las ganas de volar.
En la sala transitan los poemas...
los que se visten de lucero y en la época infiltrada
el sueño aporreando ese nombre maldito,
que escuece que pica que ronronea entre sabores
y un olor se contonea, se aferra al frasco de perfume
y en la almohada lágrimas,
con sabor a rancio a sal aguada.
No sabes cuánto eché de menos los paseos junto al mar,
volcar la góndola en los canales,
fundirme en el mundo submarino
y en el cajón pesan los recuerdos y no los miro
porque tropieza el alma en cada canto,
en cada pétalo de flor marchitada,
en cada pluma de ave puesta a disecar.
Y se entrecruzan los misterios, se hunde el mundo,
que si existes es porque te pienso... rana.
Natalia Ruiz de Cenzano
baratijas de la entre tienda
de un sótano caído entre las luces,
de un palpitar de musarañas en el ombligo.
Las letras se salen de su araña, de su comedero y se mecen en la mirada,
pupilas bajas de acantilado,
junto al precipicio se detienen las ganas de volar.
En la sala transitan los poemas...
los que se visten de lucero y en la época infiltrada
el sueño aporreando ese nombre maldito,
que escuece que pica que ronronea entre sabores
y un olor se contonea, se aferra al frasco de perfume
y en la almohada lágrimas,
con sabor a rancio a sal aguada.
No sabes cuánto eché de menos los paseos junto al mar,
volcar la góndola en los canales,
fundirme en el mundo submarino
y en el cajón pesan los recuerdos y no los miro
porque tropieza el alma en cada canto,
en cada pétalo de flor marchitada,
en cada pluma de ave puesta a disecar.
Y se entrecruzan los misterios, se hunde el mundo,
que si existes es porque te pienso... rana.
Natalia Ruiz de Cenzano
Tintura de labios
Me perdonas,
el derrumbe de una puerta al marcharme,
al hundirme en los escombros de la mañana
al respirar nubes entrecortadas de silencio,
al despegarme de la bruma con sigilo
como quien aspira a una muerte silenciosa.
Me perdonas
por haber lavado las ausencias,
en un trozo amarillento de pergamino
y haber quebrado la voz,
al haber saltado la ventana
y derribar barreras a mi antojo,
por haber salvado las compuertas
que se entreabren como labios temblorosos me perdonas.
Por haber teñido de escarlata
las noches posteriores a los grafitis
que dibujaste en el cielo
y que pernoctan en un puñado de anagramas en el ombligo.
Me perdonas por clavar el peso en las espaldas,
por llamarme el frío en las entrañas
y no ser broche de telarañas
en el ancla del cuerpo me perdonas.
Por llamarse así,
por hervir el miedo en tu mirada
y calentar la sangre de los llantos,
por clamar al cielo un anatema
por trazar sonrisas me perdonas,
por aliviar la pena en las sandalias,
por teñirme roja en el verano,
por permutar la pena y trastocarme en lluvia
aguacero de otros labios...
Natalia Ruiz de Cenzano
el derrumbe de una puerta al marcharme,
al hundirme en los escombros de la mañana
al respirar nubes entrecortadas de silencio,
al despegarme de la bruma con sigilo
como quien aspira a una muerte silenciosa.
Me perdonas
por haber lavado las ausencias,
en un trozo amarillento de pergamino
y haber quebrado la voz,
al haber saltado la ventana
y derribar barreras a mi antojo,
por haber salvado las compuertas
que se entreabren como labios temblorosos me perdonas.
Por haber teñido de escarlata
las noches posteriores a los grafitis
que dibujaste en el cielo
y que pernoctan en un puñado de anagramas en el ombligo.
Me perdonas por clavar el peso en las espaldas,
por llamarme el frío en las entrañas
y no ser broche de telarañas
en el ancla del cuerpo me perdonas.
Por llamarse así,
por hervir el miedo en tu mirada
y calentar la sangre de los llantos,
por clamar al cielo un anatema
por trazar sonrisas me perdonas,
por aliviar la pena en las sandalias,
por teñirme roja en el verano,
por permutar la pena y trastocarme en lluvia
aguacero de otros labios...
Natalia Ruiz de Cenzano
martes, 6 de octubre de 2009
A pesar de hoy me levanto
y calzo de tacones la vida, me arrastro de ombligos,
me desclavo el pellejo y lo pliego haciendo barquitos
que lanzo a la calle.
Aún siendo hoy, la culebra que me sujeta suda veneno,
el tiempo se repele entre relojes y me ametralla estaciones,
sucede que hoy, soy redonda redonda y pincho…
que el rojo me tiembla y hay luz de duda en lo blanco de los ojos.
Hoy es hoy y se abre la mano del mundo
para recoger los pecados de Dios, gorda la mano que maneja el cielo
y derrama semaforos donde yacer.
Hoy tengo las branquias oxidadas de tanto mar,
me duele el pie de caminar a medias,
y duelen muertos los que me clavan pinceles en lo alto del pecho,
entre el perfil maravilla y el culo de mono que late a un lado,
porque hoy el camarero no me entiende y tengo hambre,
y la mano flaca es combate derribo que me llena la vitrina de huellas por limpiar,
que tengo la lengua llena de miedo, el centro a borrones de noche
y la sangre se me espesa de seda,
es que hoy se me engancha la grieta en la cintura
y esputo lirios por las puntas de la estrella anorexica que fui,
Es hoy, que olvide masticar los azules y eructo descredo al vomitar de vida,
hoy, que soy redonda redonda y pincho.
y calzo de tacones la vida, me arrastro de ombligos,
me desclavo el pellejo y lo pliego haciendo barquitos
que lanzo a la calle.
Aún siendo hoy, la culebra que me sujeta suda veneno,
el tiempo se repele entre relojes y me ametralla estaciones,
sucede que hoy, soy redonda redonda y pincho…
que el rojo me tiembla y hay luz de duda en lo blanco de los ojos.
Hoy es hoy y se abre la mano del mundo
para recoger los pecados de Dios, gorda la mano que maneja el cielo
y derrama semaforos donde yacer.
Hoy tengo las branquias oxidadas de tanto mar,
me duele el pie de caminar a medias,
y duelen muertos los que me clavan pinceles en lo alto del pecho,
entre el perfil maravilla y el culo de mono que late a un lado,
porque hoy el camarero no me entiende y tengo hambre,
y la mano flaca es combate derribo que me llena la vitrina de huellas por limpiar,
que tengo la lengua llena de miedo, el centro a borrones de noche
y la sangre se me espesa de seda,
es que hoy se me engancha la grieta en la cintura
y esputo lirios por las puntas de la estrella anorexica que fui,
Es hoy, que olvide masticar los azules y eructo descredo al vomitar de vida,
hoy, que soy redonda redonda y pincho.
viernes, 2 de octubre de 2009
Pintura: Santiago Rado
Me quiebro mujer,
una mujer corriente en este penúltimo intento,
mujer me tiemblo y del cuento un trazo,
amasijo de curvas y puntas en la escasez,
santa madre de las horas guardadas,
dueña y señora del contorno me estrio,
y un pedazo de mujer en lo mordido de la uña.
Me festejo mujer,
y me quiebro por la hembra en el desquicio del desierto,
por la hiedra piel mujer,
por la costilla de Lucifer que soy me vierto
por lo negro de la vena,
por el ladrillo me cimento raiz en la fachada,
emperatriz adicta a la almohada y sus cortejos,
sacedotisa del altar cotididiano y sus fogones.
Mujer confesa del instante
en la prisa que aprieta soga amuleto y sujeto,
mujer de colmillos hambre del utero interrogante
y sucumbo al verde desafio verde…
mujer me derramo concubina del desastre
mujer amante madre tierra en la esperanza,
y me confieso mujer en ser.
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