sábado, 9 de enero de 2010

Me siento y recopilo silencios enormes

Tic, tac, el tiempo, las raíces que me amarran loca en este trance.

Construirme huérfana de raíces, amarre que me instala en lo que formo parte, chupóptero de espacios, chupóptero de tiempo, fusión de esqueletos donde converjo. Respiro del aire que otros respiran, mate inhalar sorda, exhalar, sola. Sorda de soledad en el espacio. El entorno caldera y la sordera me infunden retroceso, tic tras tac, abrir cada cerrojo que une organismo y raíces, abrir cerrojo, unir raíces.
Lo que queda es herida, casi cicatriz, ningún pendiente adorna ya el ombligo, nadie vigila la existencia, la no presencia, la voz, el reloj pedazos del panal, mis costumbres en su olor, un ser que dejo de existir humanamente y tomó una postura más liviana.

Odio el reloj, ruido que me marca cada segundo, cada segundo ingratitud de la hora exacta. Reloj redondo de pared, el inútil tic me recuerda que estoy parada, que he crecido hacia dentro, tengo que cortar raíces, cortar raíces, cortar… El sosiego es imposible, imposible siento sus montículos de tierra, cruje el omoplato, cuello rectus, intestino grueso…odio ese reloj. Descuelgo el tac de la pared y le saco la pila, descanso gris raíces, desenroscarlas, temo romper algún órgano vital, deshacer los nudos y cada día revierte encrucijada, un traspié…cada día encrucijada y órgano vital.

Debajo de las ojeras recopilo raíces, debajo de las lágrimas el tiempo. Debajo de las lágrimas el tiempo.

Raíces delgaduchas se enroscan en otras gruesas, aferradas al interior, al tic tac, las raíces que me amarran saben abrir ventanas, puertas, mover los labios, los labios no emiten sonido en el silencio catacumba de un reloj sobre la mesa. Recopilo ecosistemas, me crispo en la falta de pellejo, no ser, qué hacer, ser en continuo desaliño, dejo crecer las ojeras, me despeino y lloro, hace humedad en mi cuerpo de invernadero, ser o no ser raíces delgaduchas. Aferrada al tic tac abro ventanas, abro puertas y muevo los labios, los gritos retumban el silencio de un reloj.

Agujas, tac, puntas, humus. Raíces de queroseno me estiran hacia un ecosistema cálido y mojado, la humedad ramifica tic en las fronteras con la piel, vibra el reloj sobre la mesa, tic tras, ser en continuo desaliño, dejar crecer tac las ideas, despeinarse y vibrar y ser, aferrarse al calor, no ser raíces delgaduchas, aferrarse al latido.

Me siento y recopilo silencios enormes. Recopilo pasos, registro cajones, relamo el esqueleto de letras que me cobijan mujer y costumbre, deshago lenta las raíces del tiempo convertido en cerrojos, hilvano de tierra el agujero que ha dejado, desenredo las ojeras, las arrugas, el tic de las ideas, los recuerdos, crujidos, desenredo el horizonte olor de su cuello, las manos torpes de botones, recopilo agua sobre la lengua terrosa.

Me siento y recopilo silencios enormes.

Tic, tac, el tiempo, alimento de raíces que me enganchan infinito, el silencio de un ser que ha echado raíces y riega, que converge a modo de tic tac, a modo de agujas marcando el paso del tiempo que pasa y no pasa, tic, tac, el tiempo, las raíces que me amarran loca en este trance. Tic, tac, el tiempo…



Carmen Megias

2 comentarios:

María Peiró dijo...

El tic tac del tiempo alimenta tus raíces, Carmen, y día a día estas se fortalecen, enraízan profundas y enriquecen tu ser y tu verbo. Un texto poético, elocuente y bien cosido de principio a fin.
Un gran beso, poeta.

Anónimo dijo...

Gracias poeta hermosa! muchas ganas de viernes de poetas ya! muchas muchas!

Carmen